Hace un par de meses en un laboratorio de Facebook pusieron a dos inteligencias artificiales a debatir entre sí. Al poco tiempo empezaron a hablar un lenguaje propio que sus creadores no podían entender por lo que, rápidamente, decidieron apagar las máquinas. Una pena. Será algo digno de estudio cuando finalmente se haga (que se hará).

Los humanos somos un desastre en eso de comunicarnos y no sólo por nuestros lenguajes. Gran parte de la belleza del idioma está también en su imprecisión. Las ambigüedades e imperfecciones construyen la poesía y dan herramientas a las inteligencias juguetonas que inventan historias.

Pero esto está al alcance de muy pocos. En el día a día, con los vecinos, en el trabajo, en la pareja? equivocar las palabras puede salirte muy caro.

En política, cada vez más, se lanzan frases como quien arroja piedras o ladrillos. Titulares fáciles de repetir, que es de lo que se trata: de repetir hasta construir una realidad que se nos acomode.

Luego están las redes sociales, que funcionan como una caja de resonancia de lo mejor y lo peor de quienes las usan. No es una ciénaga, como muchos dicen. Quizá una caricatura de la naturaleza humana. Y, en las caricaturas, la exageración puede hacer que un sólo rasgo se apropie de todo el protagonismo (que se lo digan a Joan Crawford que pasó de ser una de las mujeres más bellas del mundo al eco de unas cejas enormes).

En medio del ruido, me gusta esa parte de Twitter en la que brillan inteligencias sutiles, ingenio en estado puro y raciocinio con capacidad de síntesis. Eso es extraordinario. Lo de ampliar la limitación de caracteres, un error. Porque "menos es más". Ya lo dijeron desde Van der Rohe a Don Baltasar Gracián.

No sé si las inteligencias artificiales serán capaces de comunicar mejor que nosotros. Es seguro que pueden comunicar más pero, para casi todo en la vida, la clave está en la calidad, no en la cantidad. Me quedo con eso, con la gente que busca tener un criterio propio y no sólo repetir aquello que escucharon o leyeron, que les sonó bien y que era un reflejo de sí mismos. La gente con criterio y libertad nos hace libres a todos. Alimentan a las neuronas solitarias y nos empujan a ser más que meros organismos. Un buen debate es una de las cosas más gratificantes que existen, para el espectador y, sobre todo, para el participante. Un cuerpo a cuerpo en toda regla siempre merece la pena.

Por lo demás, el ruido, la jauría, el lodazal? no me dicen nada. Hasta para el reproche y el insulto conviene tener talento. No basta con decirle al Cyrano que tiene la nariz grande. A veces, cuando me topo con toda esa nada, no puedo evitar pensar que ya quisieran muchos tener en sus exabruptos la décima parte de la elocuencia de aquellos bocinazos con los que Harpo daba la réplica a su ingenioso hermano Groucho, sin haber pronunciado jamás una sola palabra.