L a semana pasada he tenido la oportunidad, al igual que seguramente muchos españoles, de ver unas imágenes que realmente me hicieron reflexionar. Me refiero concretamente a las que grabó un provocador, que responde al nombre de Víctor Moreno, residente en Copenhague, y que estando el expresidente de la Generalitat en la mesa de una terraza tomando un café en compañía de otras personas, el provocador se le acercó, y le pidió que besara la bandera española que portaba. Puigdemont, sin perder la sonrisa le dijo: "No tengo ningún problema". Y cogiendo una parte de la bandera con sus manos le estampó un beso. Entretanto, el provocador grababa con su móvil la referida aventura. No bastándole con las imágenes que había obtenido, le pidió por segunda vez que volviera a darle otro beso a la bandera española, Puigdemont, repitió el ósculo a la bandera sin dejar de sonreír.

Con toda la rapidez que le daban sus piernas, el provocador salió corriendo, una vez lograda semejante hazaña, y la colgó en su cuenta de Facebook.

El expresidente, imaginándose lo que iba a suceder, la divulgación de las referidas imágenes por el provocador, inteligentemente salió en su cuenta de Twitter diciendo: "Algún día entenderán que no tenemos ningún problema con España ni con su bandera. La batalla es contra quien ejerce el poder despóticamente. La democracia es más importante que todas las fronteras, todas las banderas y todas las constituciones".

Todo esto ocurría mientras Puigdemont se trasladó a Copenhague para pronunciar una conferencia en la Universidad de la referida capital de Dinamarca, que por cierto, los estudiantes tuvieron que escuchar desde fuera de salón donde se desarrolló la misma, ante la falta de espacio. Dicha conferencia se llevó a cabo sin ningún tipo de incidente, ni tan siquiera se activó la orden internacional de búsqueda y captura por parte de la judicatura española, pese a la petición de la Fiscalía, y sabiéndose perfectamente dónde se encontraba el ex presidente de la Generalitat, y posteriormente extreman todas las medidas de seguridad, por parte del Gobierno, para que el Sr. Puigdemont, no pueda entrar en España en el maletero de un coche, disfrazado con o sin peluca, o dentro de una maleta en cualquiera de los aeropuertos y puertos españoles. Esto más cómico no puede ser.

Retomando la figura del provocador, estoy convencido de que se esperaba una reacción totalmente distinta, seguramente desviando su mirada, de lo que le decía el fanfarrón, que buscaba su minuto de gloria, y posteriormente atacarle por antiespañol y cualquier adjetivo que le viniese a su cerebro.

Ante tales hechos que acabo de describir, la pregunta que me surge es: ¿Cómo reaccionaría el provocador, que posiblemente se considera un gran español, si en lugar de ser Puigdemont fuese él a quien le pusiesen delante suya la bandera catalana y le pidieran que le diese un beso? ¿Cómo reaccionarían muchos españoles en estos momentos que vivimos, si a cualquiera de los que aplauden la provocación del interfecto peluquero español, le pusieran delante suya la bandera catalana?

Estoy completamente seguro de que en cualquiera de los casos no reaccionarían como lo hizo el ex presidente, apartarían la bandera como si de un vulgar trapo se tratase, y le dirían cuatro cosas al provocador, que intentaba obtener un minuto de fama.

Siempre hay algún español de pro que tiene que dar la nota en algún momento de su vida. Víctor Moreno, el provocador, lo consiguió, pero los efectos que pretendía, en mi modesta opinión, han sido todo lo contrario de su pretensión.