Si en los sucesos de El Jueves descartamos la intervención de la Real Casa, esto es, que en su génesis se hallara la ocurrencia de la Corona de ponerse a perseguir otra vez o más a los republicanos, quedarían la inspiración y acción del secuestro de la revista limitadas a las determinaciones de un juez (Del Olmo) y de un fiscal (el del Estado), quienes, sin encomendarse a Dios ni al Diablo, al mediodía de un viernes de verano habrían decidido saltarse a la torera el sagrado e irrenunciable derecho a la libertad de expresión de unos humoristas que, por lo demás, son responsables como todo el mundo de sus acciones ante la ley, caso de que éstas resultaran, por sentencia firme de un tribunal de Justicia, delictivas o punibles en algún grado. Mas como ningún tribunal de Justicia dictó sentencia alguna contra los humoristas ni contra su célebre portada, extraña sobremanera la meteórica diligencia del juez y del fiscal en castigarles, diligencia que contrasta con la poca que otros tienen para demoler un edificio ilegal que destruye la playa o, sin más, para resolver cualquier pleito (y no digamos ejecutar) de los muchos que afligen a los ciudadanos no sólo por su naturaleza, sino por su empantanamiento en las saturadas sedes judiciales. ......¿Qué molestó al juez y al fiscal, que no, según afirma, a la Zarzuela? ¿La grosera escenificación que parodiaba el nuevo subsidio por natalidad o el bocadillo en el que se expresaba la extendida opinión de que el empleo de Príncipe es una bicoca porque no se da un palo al agua? En el primer caso, cabe apuntar la obviedad de que los personajes de la viñeta no eran Felipe y Letizia, sino dos dibujos; en tanto que sobre el segundo vale decir que esa extendida percepción la tiene la gente por algo, aunque sólo sea porque le da la gana. Lamentablemente, no la real gana, que es la que, al parecer, sigue prevaleciendo, a estas alturas, sobre las otras.