La castiza -y ya inusual- siesta de España es objeto de críticas internacionales. Esta vez, los dardos llegan de EEUU, donde el prestigioso rotativo The New York Times dedica un artículo a evaluar los desfasados ritmos horarios que rigen el país y se sorprende ante las horas de las cenas, el prime time hasta medianoche en televisión o cuestiones como el horario de los partidos de fútbol. Las críticas dejan entrever una razón de fondo: el debate sobre la productividad y los horarios laborales.

"Está empeñada en vivir con su propio reloj y sus ritmos de vida", dice The New York Times sobre España, lo que carece de sentido en un momento en que el país "trata de recuperarse de una grave crisis económica" y en el que la introducción de un horario más eficiente solo podría tener consecuencias positivas para nuestro progreso.

También había elegido el cliché de la siesta para mostrar al mundo los "desarreglos horarios españoles" el británico The Telegraph, que ilustró con una fotografía de un hombre obeso durmiendo al mediodía el reportaje y en cuyo pie de foto se lee: "Un horario más eficiente haría que las siestas tuvieran que ser de una hora o menos".

De hecho, el artículo se remonta a los orígenes franquistas del horario e, incluso, los de la organización de la parrilla televisiva: "El calendario nacional se remonta a la segunda guerra mundial, cuando el dictador español Francisco Franco trasladó los relojes hacia adelante para alinearse con la Alemania nazi, como también ocurrió en la vecina Portugal. Tras la derrota de Hitler, Portugal regresó a la hora de Greenwich, pero España no lo hizo", relata el periodista en el artículo.

Uno de los pioneros en la idea es el presidente de la Comisión nacional para la racionalización de los horarios españoles, Ignacio Buqueras. Entre las reorganizaciones que proponen para España están que el prime time se adelante, que el horario del almuerzo se reajuste, las reuniones tengan hora de salida y los trabajos, un horario flexible. "Tomar el desayuno en casa antes de ir al trabajo es una buena medida", explica el experto. No obstante, añade que un país tiene que tener muchos horarios y oficios que exigen trabajadores las 24 horas, lo que no exige a un médico, un marinero o personal de hostelería trabajar una jornada de todo el día.

Lo idóneo, para el experto, sería que en España "un porcentaje muy elevado de la población empezase a trabajar entre las 07.30 y las 09.00 horas y acabase su jornada entre las 17.00 y las 18.00". "Estamos en el siglo XXI" y los horarios pueden ser diferentes, asegura. Para ello, sería necesaria la coordinación de horarios laborales y escolares y también más sensibilidad en los establecimientos. "Es el único tema que afecta en la vida diaria de toda la población".

A propósito de la salubridad de los hábitos que critican los diarios británico y estadounidense, expertos médicos consultados indican que el cambio horario no traería mejoras significativas para nuestra salud. "Da igual cuál sea el horario; lo importante es tener siempre los mismos ritmos", asegura el presidente de la Sociedad Gallega de Endocrinología, Manuel Antonio Botana. "Pero que los nuestros sean peores que los anglosajones, no está demostrado", asegura. Lo único que es seguro es que alterar los ritmos por cambio de turnos alteran los biorritmos y puede provocar enfermedades metabólicas.

En la misma opinión coincide el también endocrino gallego Ricardo García-Mayor: "Pretenden que sigamos un horario similar al de los británicos, pero en su propia unión los hábitos no son uniformes, como ocurre en nuestro país", asegura. "No es verdad que los horarios influyan en el rendimiento laboral de las comunidades, que se adaptan a su idiosincracia. En nuestro país el problema del rendimiento no está, como es evidente, en los horarios sino en las estructuras", considera. Y desde el punto de vista de la salud, García-Mayor ilustra: "Nuestros hábitos no pueden ser tan malos, si tenemos mayor expectativa de vida y menor tasa de suicidio, así como una estructura familiar que compensa las frustraciones". "Con respecto a que los horarios pudiesen incidir también en enfermedades concretas que están aumentando en todo el mundo como la obesidad y la diabetes, ya se ve claramente que sus hábitos no los privan de ellas".