El chileno Alejandro Aravena ha sido galardonado con el premio Pritzker 2016 por una arquitectura que "conjuga hábilmente la responsabilidad social, las necesidades económicas y el diseño de hábitats humanos", que ha dado "obras excelentes" tanto en el ámbito público como el privado. Una arquitectura comprometida que le ha llevado a trabajar tanto en su país de origen como en otros, con proyectos de diferente escala, desde casas unifamiliares a grandes edificios institucionales. "Entiende los materiales y la construcción, pero también la importancia de la poesía y el poder de la arquitectura para comunicarse a muchos niveles", asegura el fallo del jurado.

Aravena "practica una arquitectura que es un esfuerzo ingenioso tanto en encargos privados como en diseños en el ámbito público y que encarna el resurgimiento de un arquitecto más comprometido socialmente", afirmó ayer en Chicago el presidente de la Fundación Hyatt, Tom Pritzker.

A sus 48 años, Aravena sustituye al alemán Frei Otto, que se llevó el Pritzker el año pasado, y se convierte en el cuarto arquitecto latinoamericano en ganar este premio, considerado el Nobel de esta disciplina, tras el mexicano Luis Barragán (1980) y los brasileños Oscar Niemeyer (1988) y Paulo Mendes da Rocha (2006).