Películas sobre mujeres en brazos de la edad madura hay muchas. Algunas, relevantes. Otra, olvidables. Y, en tierra de nadie, títulos como 50 primaveras, que intenta controlar por la vía del humor los peligros de pasarse con el drama. Lo consigue a medias porque el guión tiene muchas debilidades y en ocasiones más que liviano es inconsistente, pero el formidable trabajo de Agnès Jaoui da al correcto trabajo de Lenoir una autenticidad y sensibilidad dignas de mejores causas. Hay puntos de fricción que, de haberse desarrollado más, hubieran dotado a la historia de algunas aristas que nunca están de más para esquivar las zonas de confort de este tipo de propuestas, pero, al fin y a la postre, hablamos de una cinta que quiere agradar sin molestar. Y, como es muy francesa, los personajes hablan por los codos.