Una explosión consecuencia de la fuga de gas de una bombona de butano en un piso de un edificio de la calle San Salvador, en pleno centro de Vigo, dejó ayer el trágico balance de un hombre de 45 años fallecido, Ramón González Sanz, y otros cuatro vecinos heridos leves, así como cuatro policías nacionales afectados por inhalación de humo. La fuerte deflagración provocó graves y cuantiosos daños materiales en este inmueble de siete plantas y 22 viviendas, lo que obligó a desalojar a todos los residentes, 65 personas según fuentes municipales, 46 de los cuales fueron realojados por el Concello vigués en un hotel, donde permanecerán hasta que puedan volver a sus domicilios, mientras que los restantes optaron por irse a casas de familiares. Los primeros datos apuntan a que el inmueble no estaría afectado en su estructura, pero los destrozos en zonas comunes y en los pisos pronostican que al menos pasarán días antes de que los residentes -que ayer tarde sólo accedieron a sus hogares acompañados por bomberos para recoger ropa, medicinas y enseres básicos- puedan empezar a volver a sus hogares. "El inmueble quedó devastado", resumieron varios efectivos. La onda expansiva de la deflagración provocó desperfectos en pisos del edificio de enfrente por el impacto de cascotes, que también cayeron sobre vehículos aparcados en la calle y en un taller de automóviles ubicado en el bajo de la construcción siniestrada. El balcón de la vivienda del fallecido voló más de 50 metros hasta una acera. La Policía Nacional investiga las causas de la deflagración: la principal hipótesis, apuntaron desde la comisaría viguesa, es que se acumuló una bolsa "muy grande" de gas por una fuga quizás de varias horas y que la ignición se desencadenó cuando la víctima encendió el calentador o activó algún interruptor.

Todo ocurría en torno a las nueve menos cuarto de la mañana. "Fue como un terremoto, una bomba; parecía que todo se iba a venir abajo", describen los vecinos al referirse al "tremendo" ruido que los alertó. La explosión se produjo en la vivienda donde residía solo Ramón González. Casi una veintena de bomberos junto a agentes de la Policía Local y Nacional y sanitarios del 061 se trasladaron de inmediato al lugar.

Junto a la deflagración, hubo un incendio en el piso que en un primer momento intentaron apagar con extintores dos vecinos, los primeros en entrar en la casa del fallecido. Pero debido a que la vivienda estaba "arrasada", con paredes, tabiques, muebles y puertas por el suelo, no lograron encontrarlo ya que tuvieron que abandonar el lugar por seguridad debido "al olor a gas". Serían después los bomberos quienes, una vez empezó a despejarse la casa de humo, hallaron el cuerpo del fallecido en el suelo de la cocina. En esa estancia había tres bombonas de butano, una de las cuales, refiere Jesús Rodríguez Durán, suboficial de los bomberos, tenía una fuga que en ese momento ardía. "Lo previsible es que una bombona era la del calentador, otra la de la cocina y una tercera que tendría de reserva", afirmó el efectivo.

La explosión sorprendió a vecinos durmiendo, a otros ya despiertos y a algunos cuando estaban marchándose de sus casas. Muchas bajaron a la calle, sorteando los escombros de las escaleras, en zapatillas y pijamas. Había residentes de avanzada edad. Junto al piso del fallecido, los mayores daños se produjeron en el de al lado, el 6º B. De hecho, la pared que separaba ambas casas literalmente desapareció. "Parecía un único piso", cuentan. El resto de domicilios también sufrieron desperfectos, más cuantiosos los de las plantas superiores.