Un controlador de accesos del pabellón Madrid Arena declaró ayer en el juicio que tenían un pinganillo por el que se comunicaban entre sí y que por el mismo dijeron sobre las tres de la mañana: "Esto no es normal, aquí va a pasar algo, va a morir gente". Durante el juicio, Robert S. reconoció que a partir de esa hora notó que había "muchísima gente" y que por el pinganillo avisaron de que se estaba produciendo un exceso de aforo.

"Dos veces que me dijeron que si podía bajar a echar una mano, porque aquello no parecía normal, pero claro yo estaba arriba e imposible, no llegué a bajar en ningún momento", admitió. Además añadió que donde él estaba, en la primera planta, también había muchas personas. Les informaron que había una enfermería, pero no les dijeron dónde.

El controlador reconoció que momentos antes de la avalancha mortal que se produjo en uno de los vomitorios del recinto municipal recibió dos avisos por el pinganillo acerca del exceso de gente en la pista, manifestando al tribunal que notó que iba a pasar algo grave. "Noté que iba a pasar algo, que iba a morir gente incluso. Estaba lleno. Se me venían encima y tuve que poner una valla", ha asegurado. Se trata de la primera ocasión que un empleado de seguridad reconoce que había un sistema de comunicación interno. A través de los pinganillos, varios empleados acudieron al túnel mortal y ayudaron a socorrer a las víctimas. El testigo explicó que al inicio de la fiesta se les dio a todos un pinganillo y un chaleco amarillo. "A partir de las dos y media o tres la sala estaba desbordada. Dos veces me dijeron que fuera a echar una mano porque parecía que eso no era normal", ha recalcado. Así, ha relatado que los compañeros comentaban por el sistema de comunicación interno que la situación no era normal y que podría incluso llegar a pasar algo por el exceso de aforo. "Se les estaba yendo de las manos", dijo.

Al igual que otro de los auxiliares que declaró poco antes, este testigo manifestó que sabía que había enfermería, pero no dónde porque la organización no les informó de este extremo durante la reunión que se celebró antes de la fiesta donde recibieron las instrucciones. Además, contó que si pasaba alguna emergencia debían avisar a los vigilantes uniformados, personal de la empresa privada Seguriber, ya que tampoco sabían quiénes eran los responsables de seguridad del evento. Y desconocían, igualmente, dónde se encontraban las salidas de emergencia del pabellón.