El día a día de Lampedusa, la isla italiana cuyas costas han visto llegar a 400.000 refugiados en los últimos meses, sacudió ayer con un golpe de realidad a la Berlinale, en una jornada que, en lo cinematográfico, estaba diseñada para el lucimiento de Isabelle Huppert. Dos mundos paralelos -el de los barcos de la Marina que a veces rescatan cadáveres y otras consiguen salvar vidas, más el de la población de esa isla de apenas 20 kilómetros cuadrados- constituyen el núcleo de Fuocoammare, dirigida por el italiano Gianfranco Rosi.

"No pretendo dar un acento político a mi película, nunca lo hago. Solo reflejo una tragedia que se desarrolla a diario ante nuestros ojos", afirmó Rosi, quien además de la dirección asumió las labores de cámara y sonido para un filme cuyo rodaje le ha llevado dos años. Se trata de la "mayor tragedia que vive la humanidad desde el Holocausto", añadió el cineasta.

El contrapunto de la jornada lo ofreció Isabelle Huppert con L'Avénir, la película que la directora Mia Hansen-Love parece haberle hecho a medida, donde todo gira alrededor de una profesora de filosofía convencida de que "la respuesta a todo lo que le ocurre tiene que venir de su interior".

Por último, Tim Robbins recibió el premio Cámara de la Berlinale, un galardón honorífico con el que el festival distingue a personas a las que se siente especialmente vinculado. "Robbins ha sido un actor, director y escritor de éxito durante 40 años", señala la organización.