[endif]Las aportaciones españolas a la ciencia han sido escasas a lo largo de la historia, por lo que figuras como la de Santiago Ramón y Cajal representan una excepción que hace todavía más destacable su figura. Este insigne científico nació en la localidad zaragozana de Petilla de Aragón en 1854. Su padre era médico de profesión, lo que le animó a iniciar los estudios de Medicina, carrera que concluyó con tan sólo 21 años. La guerra de Cuba le hizo abandonar sus estudios para desplazarse a la isla caribeña, donde contrajo el paludismo, del que convaleció durante muchos meses. Al reincorporarse a su actividad profesional, consiguió la plaza de director del Museo de Anatomía de la Facultad de Medicina de Zaragoza, que abandonó más tarde por la cátedra de Anatomía de la Universidad de Valencia. La salud de Ramón y Cajal se vio quebrada por una enfermedad pulmonar que contrajo en esta época, lo que no le impidió dedicarse con fervor a la investigación sobre los tejidos del sistema nervioso. Para ello utilizó un colorante que aplicó a los tejidos cerebrales para estudiar las reacciones de las células. Sus descubrimientos se reunieron en la obra Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, que presentó a los sabios más importantes del momento en 1889. Ramón y Cajal definió la neurona como la unidad funcional del sistema nervioso, en contra de las teorías existentes hasta esa fecha, que defendían la existencia de una red ininterrumpida de células nerviosas. El científico español creó la denominación de neurona y explicó que estas células se relacionan entre sí de acuerdo con sus diferentes funciones y no de un modo aleatorio. La importancia de los hallazgos del médico aragonés le hicieron recibir el Premio Nobel de Medicina en 1906. Ramón y Cajal continuó investigando y consiguió explicar, a través de las aves y pequeños vertebrados, cómo se realiza la función sensorial visual y olfativa desde los ojos y la nariz hasta el cerebro. Su labor fue incesante hasta casi el momento de su muerte, que ocurrió en 1934. A Coruña le dedicó una calle marcada en sus comienzos por la proximidad de la estación del ferrocarril y que hoy es uno de los ejes comerciales de la ciudad. J. M. Gutiérrez