España tuvo el honor de ser la patria del inventor de uno de los ingenios navales más relevantes de la historia, aunque perdió la oportunidad de aprovechar este hecho para convertirse en una gran potencia industrial en el campo del armamento militar. Isaac Peral y Caballero es conocido en todo el mundo como el hombre que diseñó el primer submarino, aunque sus aportaciones fueron más numerosas. Peral nació en Cartagena, aunque en 1858 su familia se trasladó a otra de las ciudades que acogen a la Armada, San Fernando de Cádiz. Inició sus estudios navales en 1865 y al año siguiente navegó a Filipinas. Fue uno de los miembros de la tripulación de la fragata Numancia, que trajo a España desde Italia al rey Amadeo I, quien sólo fue monarca durante once meses. La Guerra de Cuba le obligó a desplazarse a esta isla en 1872 para participar en los combates contra los insurgentes. A su regreso intervino en las operaciones navales del Cantábrico contra los carlistas y posteriormente comenzó su carrera como profesor de la Armada. A partir de ese momento se inicia su trayectoria como investigador, puesto que en 1885 presentó su proyecto para construir una nave submarina. El artefacto se montó en la base de La Carraca en Cádiz y fue terminado en 1888. El primer submarino tenía 22 metros de eslora y contaba con un peso de 79 toneladas. Las pruebas de navegación fueron exitosas, pero los jefes de la Armada rechazaron de forma inexplicable la posibilidad de construir nuevos submarinos. El ingenio de Peral no se vio afectado por la decisión, ya que en los años siguientes inventó un acumulador eléctrico, un varadero de torpederos, un proyector luminoso y una ametralladora eléctrica. La iniciativa de este marino se trasladó al terreno empresarial, ya que fundó varias compañías industriales para poner en marcha sus proyectos, entre los que se encontraba la instalación de las 22 primeras centrales eléctricas del país. Un tumor cerebral le obligó a desplazarse a Berlín para ser operado, aunque falleció en la ciudad alemana en 1895. Su cuerpo fue trasladado a Cartagena años después. La inventiva de Peral fue premiada con calles con su nombre en toda España, que A Coruña sitúa en el polígono de A Grela. J. M. Gutiérrez