En el año 1860 el Ayuntamiento decidió rellenar el arenal que existía en los Cantones con los escombros procedentes del derribo de las murallas de la ciudad. Sobre ese espacio se construyeron los jardines de Méndez Núñez y la Rosaleda, que formaron una franja de verdor entre la plaza de Ourense y el comienzo de la avenida de la Marina. Las autoridades municipales ordenaron además la reserva de una superficie de treinta metros de anchura entre los nuevos jardines y los muelles del puerto. Fue en este lugar donde luego se instalaron varios edificios con finalidad recreativa, como La Terraza, el Kiosko Alfonso, el Pabellón Lino y el Atlantic Hotel. En aquella época no existía el muro que separa el puerto del resto de la ciudad, por lo que a continuación de los jardines sólo había una explanada que conducía hasta el borde del mar. Cuando el crecimiento del movimiento portuario hizo necesario el cierre de los muelles al paso de los ciudadanos, se trazó por esta zona una nueva avenida desde la plaza de Ourense hasta la Dársena, a la que se le dio el nombre de Alférez Provisional. Esta denominación fue habitual en numerosas ciudades españolas tras la Guerra Civil, ya que con ella se rendía homenaje a los jóvenes universitarios que fueron habilitados como oficiales de las tropas franquistas ante la escasez de mandos. Se calcula que durante la contienda se nombraron unos 30.000 alféreces provisionales, de los que la mitad cayeron en los combates. La gran mayoría de ellos eran militantes del falangista Sindicato Español Universitario, por lo que se alistaron como voluntarios y, una vez concluida la guerra, muchos de ellos decidieron enrolarse en la División Azul para luchar contra Rusia junto a los alemanes. Cuando la Guerra Civil llegó a su fin, los antiguos alféreces intentaron concluir sus estudios y se agruparon en hermandades que unieron a los elementos más reaccionarios del franquismo, que glorificaban de forma continua su victoria sobre las tropas republicanas. J. M. Gutiérrez