El silencio en los parques: una especie en extinción, decía un artículo del New York Times. He llegado a mi casa a las ocho de la tarde después de mi jornada laboral y había un concierto en el parque. Bien. Son las doce de la noche y estos tipiños sobre el escenario todavía no han dejado de taladrarme el cerebro. No he podido leer el periódico tranquilamente y ni siquiera he podido escuchar bien la televisión ya que la masa empalagosa de sonido resultado de la distorsión, bajos y baterías me lo ha impedido. Ni mi propia música puedo escuchar con claridad en este momento. El problema no es el sonido atronador, que también, si no, como siempre, el tiempo y lugar.

Como ya decía en una carta anterior, la gestión de los actos verbeneros de la que se encarga el área de pandereta del ayuntamiento coruñés parece que empieza el verano apostando fuerte por el ruido como forma de expresión cultural. Y no, no se trata de un único concierto de Sonic Youth, (de eso ya nos dieron en el Ágora con Thurston Moore) sino de una sucesión ilimitada de actos verbeneros en el centro de la ciudad. Supongo que se podría presumir una cierta estrategia para aturdir al personal más de lo que está y se olviden de ellos y sus circunstancias (socio-económicas) como diría el filósofo, pero eso sería presuponer una capacidad de análisis a nuestros gobernantes que obviamente no encaja con sus currículos. Francamente creo que lo hacen con su mejor intención y eso es lo más patético. Que si un poco de seudo indie-rock, mañana otro poco de hip hop, pasado unas habaneritas, el otro un par de polkas nicaragüenses o paraguayas, un poco de merengue, salsita y pop latino que no falten y así sucesivamente pasando por toda la estructura social de la ciudad. Qué bien. Qué contenta está la gente, ¿verdad alcalde? Quizá algunos de ellos acaben pasando ovinamente por las urnas para agradecer las grandes miras culturales de este gobierno y el gran trabajo de su área de pandereta.

El circuito es cuando menos paradójico: pagamos nuestros impuestos para que ese dinero lo utilicen nuestros gobernantes para contaminarnos acústicamente y privarnos de nuestro derecho al silencio y el descanso.

Hay sitios debidamente aislados para sus charangas nocturnas, alcalde. Utilícelos y déjenos en paz; que ya tiene delito tener que pedirle civismo a un corregidor