Aunque la noticia no llegue a tener la repercusión social que pueda alcanzar la boda o el divorcio de alguna celebridad, la muerte del último ejemplar macho de rinoceronte blanco del norte en el mundo es un acontecimiento que debería llevar a la reflexión, ya que no ha sido fruto de un cambio climático o una enfermedad infecciosa, sino de la acción directa y descontrolada del ser humano al convertir el cuerno de estos animales en una mercancía de alto valor económico (se estima que en el mercado negro llega a superar los 50.000 euros por kilogramo). Y ¿cuáles son los motivos desencadenantes de una cacería ilegal y continuada que sitúa a una especie animal con larga presencia en la tierra al borde de la extinción? Pues según parece, atribuir a los cuernos supuestas propiedades curativas y afrodisíacas, así como su utilización para empuñaduras y otros elementos de lujo, han sido cuestiones determinantes para llegar a esta situación. Pero no pasa nada, una manera de compensar la pérdida de vida y diversidad animal es contribuir a la formación de islas gigantescas de basura en los océanos.

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