Obvio, no le pertenecen. Han entrado a hurtadillas en la casa que representa. Derecho a la inviolabilidad. Pero vienen de la mano de quien los trae, en peligroso juego. Se aclimatarán a lo que se les pida, los niños siempre lo consiguen. Porque apenas poseen un bagaje de vida con el que cotejar la situación que les rodea. ¿Familias separadas? ¿Niños despojados de sus padres? Da vértigo recordar la más lamentable y reciente historia europea.
Mas hete aquí que rectificar sigue siendo cosa de sabios. Un atisbo de sol entre las fugas del acuerdo de París y el G8. Quedan para septiembre aranceles y nuclear. Aprobado con nota darse cuenta que los niños presentes son el futuro del mañana. Que vengan de donde vengan, no siempre traerán violencia y marginación, la que precisamente ya sobra al mirarse al ombligo. Alguno descubrirá algo brillante que regalarle a la humanidad, esa que al miedo al mestizaje, sin duda acabará del color de los caramelos de tofe.
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