"Busco distanciarme de la comedia, en la que hay un juicio de valor a través de la risa"

Miguel Noguera, cómico, escritor y dibujante, lleva una década representando Ultrashow, un espectáculo individual en el que combina el humor con una visión artística de la realidad. Hoy lo representa a las 22.00 horas en la Fundación Luis Seoane, en una velada del ciclo O Alfabeto Híbrido compartida con O Leo Arremecághona.

-¿Cuál es la diferencia con un monólogo cómico al uso?

-El Ultrashow no nació con la intención de convertirse en un monólogo. No hay un texto previamente redactado, un guión pensando en la risa del público, sino que la risa se da mientras explico ocurrencias que llevo anotadas en un papel. Los referentes son más cercanos al arte, a la escultura, que al humor.

-¿Por qué a la escultura?

-Hablo de objetos y situaciones con algún tipo de tensión formal o de paradoja, y ese es el contenido, no tanto un chiste o un gag. Se trata de explicar una forma que tiene algún tipo de contradicción, tensión o aspecto llamativo. El humor sale del estilo, el ánimo, la forma de explicarlo, pero no está tanto en el contenido como en la forma.

-Lleva 10 años con el show

-No, qué va. En realidad hace cinco años que es una actividad profesional. Los cinco anteriores era una especie de una especie de performance o verso libre que surgió en el contexto de las Bellas Artes, algo que hacía esporádicamente en la exposición de algún amigo... A raíz de sacar mi libro Ultraviolencia y la repercusión que tuvo, un empresario teatral se interesó por programarlo. Y a partir de ahí.

-En sus libros incorpora varios formatos: texto, dibujo, fotos, fotomontaje. ¿Por qué?

-Es algo que viene de las anotaciones que hago, ya desde hace años. Necesito hacer algún tipo de dibujo para recordar la mayoría de las cosas que apunto, pues suelen ser formas o imágenes. Intento emular esa lógica de anotación fragmentaria, y llevarla a un terreno comunicable y comprensible.

-Y ha llegado al gran público.

-Hacía estas observaciones sobre cosas que para mí tienen un cierto valor estético independientemente de buscarles un formato, un medio, y no se me ocurría qué hacer con ellas. Son un acopio de momentos que quiero recordar. Iban acumulándose y finalmente decidí aplicarlos en bruto al formato que fuera, al show o a los libros. Y, por suerte, encontró un público, la gente conectó. Me sorprendió bastante que tuviera tanta aceptación.

-¿Qué importancia tiene para usted ese valor estético?

-No me refiero con estética a algo bonito en el sentido convencional, sino a unos gustos o afectos formales y personales. Situaciones, formas u objetos que intento mostrar tal cual son, tratándolos con cuidado y con cariño. Intento no entrar en una cuestión de bueno o malo, ingenioso o no, divertido o no. Intento no juzgar esas cosas, sino registrar formas que a mí me atraen, que me gusta anotar y que van formando un tejido. Por eso me siento más cercano al arte, pues esto es una especie obsesión personal. Una secreción en el cerebro de una persona que compensa no sé qué problemas. Intento distanciarme de la comedia, en la que siempre hay un juicio de valor a través de la risa o de lo gracioso. Intento no entrar en eso, pese a ser consciente de que mi espectáculo se lee desde esa perspectiva y funciona cuando la gente se ríe. Pero el material, y mis intereses, no son humorísticos.

-Su último libro es La vieja tigresa o el erotismo de la senectud

-Genéricamente podría englobársela dentro del título, pero no. Alude a las señoras que se visten de modo provocativo cuando son ancianas, y me gustaba esa apariencia intelectual o enrevesada, con dos títulos. El título es un juego: se trata de poner uno que sea atractivo y que funcione bien como tal.