La Opinión de A Coruña

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Tabernas de A Coruña, donde resiste lo auténtico

Bodegas Trincado, O’Nucedo y O Rey do Viño son algunos de los pocos bares que conservan la esencia de las antiguas tascas y bodegas de la ciudad

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Tabernas de A Coruña, donde resiste lo auténtico Casteleiro | Roller Agencia

Son cada vez menos, resisten ocultas entre cadenas comerciales que van inundando los barrios y hace años que no renuevan clientela. Dispersos por la ciudad, discretos y de presencia imperceptible para quien camine sin prestar mucha atención. Indispensables para sus fieles. Patrimonio vivo de A Coruña que fue un día.

Tabernas, donde resiste lo auténtico Casteleiro | Roller Agencia

A Coruña ya nunca será la misma que aquella urbe en desarrollo naciente que se tornó en puerto de destino para familias trabajadoras, procedentes en su mayoría del rural de la provincia, dispuestas a labrarse un mejor porvenir que les permitiese poner un plato caliente sobre la mesa, pero estas tabernas, bodegas y tascas mantienen la esencia de aquellos años.

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Algunas, congeladas en el tiempo desde su apertura a mediados del siglo pasado. Otras, con un “lavado de cara” necesario para seguir funcionando, pero conservando lo esencial, invisible a los ojos: su gente. Porque un bar de los de toda la vida lo hacen posible sus habituales. “Ese cuadro lo trajo un cliente, ese de ahí lo hizo otro. Aquí aceptamos todo, todo lo que ves lo fue trayendo la gente”, relata Javier Martínez mientras señala las paredes de O Rey do Viño, la bodega que regenta, junto a su mujer, desde hace 28 años en Os Mallos. Un auténtico museo que deja testimonio de unas costumbres que tampoco son las mismas que entonces. “No hay televisión ni internet. Aquí la gente habla con la gente. Este es el wifi que usamos aquí”, comenta Javier, mientras señala un teléfono con disco de marcar que lleva anclado a la pared desde los inicios del establecimiento.

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En O Rey do Viño, los clientes toman lo de siempre, vino de barril en vaso bajo, y pagan el importe exacto en efectivo. No existe la norma que prohíbe el consumo de alimentos ajenos al establecimiento, si acaso se sustituye por otra: lo que se trae de fuera, se puede compartir. Para sus fieles, mucho más que un bar. “Aquí estamos todos los días. Es como estar en casa. El vino es agradable, más barato que en otros sitios en los que te dan gato por liebre. No somos familia, pero como si lo fuésemos”, comenta un cliente. El resto asiente. Y la vida continúa.

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El tiempo se ha detenido, a su modo y manera, también en O’Nucedo, la única luz encendida en Linares Rivas a las 05.00 de la mañana. Detrás del mostrador, su propietario, Antonio Moreta, que regenta el establecimiento junto a su hermano Suso, como antes hicieron sus padres. Su ahora gerente se crió entre esas mesas, otrora anegados de marineros y trabajadores que en sus descansos de faena del que fue un día uno de los principales puertos del país. Todavía le falta un tiempo, asegura, para colgar las botas.

Tabernas, donde resiste lo auténtico Casteleiro | Roller Agencia

“Yo ya bajaba a trabajar aquí con 11 años, antes de ir al colegio. Ayudaba a mis padres en lo que hiciese falta, porque había gente día y noche”, recuerda Antonio, para quien las horas intempestivas son jornada y costumbre. El único bar que queda en la avenida de los cuatro que fueron en su momento ha reducido sus franjas, pero no ha cambiado su funcionamiento, y sigue siendo el refugio de quienes duermen por el día y viven por la noche. En O’Nucedo se mezclan rutinas. “La gente pide de todo. Hay quien desayuna, hay quien se pide un cubata. Para ellos, a las 4 de la mañana, es una cosa normal. Así fue toda la vida, pero esto ya no es lo que era. Todos los días descargaban quince barcos de Gran Sol. Ahora, en toda la flota, no hay ni cuatro”, reflexiona Moreta.

Tabernas, donde resiste lo auténtico Casteleiro | Roller Agencia

En O’Nucedo, que no dista mucho de lo que se podría considerar una segunda casa, exhibe su colección de posavasos, con nombre y logo de los locales de hostelería que recorrió en su juventud y que hoy viven solo en los recuerdos de quienes disfrutaron de aquellos años. Un destino al que no escapará su bar. “El 95% de estos bares cerraron. Cuando nos jubilemos mi hermano y yo, no creo que haya relevo. O’Nucedo dejará de existir”, adelanta.

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Antonio Moreta habla con seguridad, pero siempre hay esperanza de una segunda etapa. Lo acreditan Inés Vilas y Julio Santos, propietarios de Bodegas Trincado, inauguradas hace más de 40 años por los abuelos de él, y que ahora maneja el nieto en Alcalde Lens con dedicación a su herencia y respeto a su clientela, que es la misma que tomó allí las primeras cuncas que dispensaron el local.

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“Me vieron nacer, prácticamente. Los clientes siempre me cuentan historias de cuando era niño y me llevaban en brazos”, cuenta Julio Santos. Ahora, ese niño les sirve los vinos.

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El matrimonio decidió hacerse cargo del establecimiento hace 11 años. La crisis económica atravesaba sus peores años, y Inés y Julio decidieron reinventarse mirando al pasado familiar. “Estaba la cosa complicada y decidimos cogerlo, y hasta ahora. Estamos muy contentos con los clientes. Son la gente del barrio, de toda la vida, casi todos son fijos y de todos los días. Vienen, juegan la partida o a los dados. Cuando juega el Deportivo se vive mucho”, cuenta Inés Vilas, que admite que, tras los vaivenes de las últimas temporadas, el periplo del club por Primera Federación más que vivirse, se sufre.

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No hace falta que lo jure: En Bodegas Trincado, las paredes hablan, casi ocultas bajo las banderas blanquiazules y los pósters que recogen los posados sobre el césped del mejor Superdépor. “Aquí el Deportivo se vive mucho. Se pasa mal, últimamente. Yo casi prefiero ni verlo”, reconoce Julio Santos. En el Trincado se respira ambiente de centro cívico municipal: un lugar de reunión al que los vecinos acuden casi por inercia, sabiendo que, sea a la hora que sea, siempre habrá una cara conocida con la que entablar conversación.

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Julio e Inés, dignos herederos del legado de sus abuelos, tienen claro lo que son, y, sobre todo, lo que no son, un matiz crucial en la era de las gastrotabernas y los locales conceptuales fabricados en serie. “La esencia se mantiene. No somos una vinoteca ni nada de eso: somos una bodega, de las de toda la vida”.

Casteleiro | Roller Agencia

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