En el colegio de México nuestro protagonista Juan Arnau (Valencia, 1968) estudió sánscrito junto a Rashik Vihari Joshi, a quien precisamente le dedica una de sus obras bajo el sello Atalanta, Upanisad. Correspondencias Ocultas, y dice “poeta y virtuoso del sánscrito”, siendo dirigida por todo un editor, Jacobo Siruela. Se estableció durante seis años en Michigan. Y en 1995 viajó a la India becado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y en la Universidad de Benarés se inició en el conocimiento de la Filosofía y de la Cultura India y allí se hallaba el profesor Óscar Pujol Riembau, quien se doctoró en sánscrito con una tesis sobre un manuscrito del siglo XII. Fue en 2005 cuando con un grupo de colaboradores publicó una obra pionera para los sentidos, “un diccionario sánscrito-catalán”. Arnau ha escrito, pero con matices, diversas obras que aunque diferentes tienen un nexo en común, desde La palabra Frente al vacío. Arte de probar, Cosmologías de India (FCE) y Antropología del budismo o La leyenda de Buda. Pero es ahora, tras la publicación de su Premio de la Crítica Valenciana y finalista del Premio Nacional de Ensayo 2015 con su Manual de Filosofía Portátil, cuando da a conocer en una nueva obra el Conocimiento y la Sabiduría a través de la Bhagavad-gita, en edición bilingüe de Juan Arnau, con un prólogo del profesor Óscar Pujol, quien ya tiene su diccionario sánscrito-castellano en la calle y, según sus palabras, “la elaboración de un diccionario sánscrito-español no precisa justificación alguna. El sánscrito no ha estado nunca ausente en la Universidad española, aunque es en México donde los estudios de sánscrito están más asentados. En todo caso, cabe señalar que existe un interés por el sánscrito que va mucho más allá del mundo académico y se refleja en la fascinación que la filosofía, la religión, el arte y la literatura y la mitología de la India ejercen sobre el mundo occidental”. Pero para Pujol, “fue una mala traducción la que me golpeó con la fuerza de un relámpago y me reveló en un instante el mensaje de la Bhagavad-Gita. No importó que fuera deficiente, de un inglés tosco y arcaico”. A lo que añade: “No se trata tan solo de que con cada lectura se descubran nuevos significados, sino que cada una de ellas amplíe el horizonte de la propia ignorancia, haciéndole a uno más humilde y por tanto más propenso al conocimiento”.

¿Un relámpago?

El que tuviera en su momento el propio Juan Arnau, cuando desde hacía un tiempo venía barajando trabajar en esta versión que tenemos en nuestras manos. Nos acerca a una obra monumental en todos los sentidos, traducida en numerosas ocasiones y que pese al paso del tiempo sigue estando de actualidad. Ya Al Biruni (973-1048), el viajero, astrónomo y matemático persa, se ocupó de ella en su famoso libro sobre la India. Tiempo más tarde Abul Fazl, el amigo del emperador Akbar, la tradujo en prosa al persa y desde que fue traducida en 1785 por Charles Wilkins al inglés y editada críticamente y traducida al latín en 1823 por A. W. Von Schlegel, ha sido traducida reiteradamente en los más variados idiomas europeos. Fueron muchos los que se sintieron atraídos por ella, desde Aldous Huxley, Gandhi, Thoreau hasta Joan Mascaró, Fernando Tola o Javier Ruiz Calderón, entre otros, siendo comentada y admirada por infinidad de autores. Y cada vez nos sorprende encontrarnos con un nuevo comentario o traducción. Pero Arnau ha dejado que sea la palabra la que hable. Traducir, interpretar y comprender es lo que supone adentrarse en una obra de estas características. Nuestro autor sopesa una y otra vez las palabras, les da una vuelta una y otra vez hasta llegar a un lenguaje totalmente accesible para el lector. Se suma al entendimiento del sánscrito como una lengua viva y hay que decir que quien primero demostró la semejanza entre el sánscrito, el latín, el griego, el alemán, y el ruso fue el jesuita francés Gaston-Lauren Coeudoux, en 1976 aunque su obra se conoció tarde y mal y pasó a un segundo plano.

Cubierta de ‘Bhagavad-gita’, en la traducción de Juan Arnau.

¿3.000 años?

Ha existido una cultura sánscrita interrumpida en India haciendo de la Bhagavad-Gita una de las excelsas joyas espirituales de la literatura sánscrita y en ella nos encontramos con los himnos de los Vedas, el esplendor de los Upanishads, la sabiduría de las fábulas e historias de India, la filosofía del Sankhya o la poesía y el teatro que culminan en la gran poesía y el teatro de Kalidasa. El sánscrito, el urdu o el bengalí no son, como muchos piensan, lenguas ajenas a nosotros o el hindi. Mencionar el sánscrito es hacerlo de una rama índica de la familia de las lenguas indoeuropeas. Una tradición lingüística más antigua que ha conocido la historia, caracterizándose por esa estabilidad y vocación científica donde las ciencias de la antigüedad han sido redactadas en sánscrito.

La Bhagavad-Gita es el libro por excelencia y su número reducido de páginas encierran aquellas cuestiones que todos nos preguntamos en nuestro interior y nos hacen hacernos preguntas constantemente. Este gran volumen nos invita a leerlo lentamente, sin prisas, viéndolo como una obra que probablemente ha sido compuesta entre varias etapas entre los siglos I al III a. C. Un diálogo entre Krsna y Arjuna previo a la batalla de Kuruksetra, en donde revela la siempre vigente lección de cómo vivir y actuar en el mundo, habiendo sido aclamado como uno de los libros más representativos no solo del hinduismo y del Vedanta, sino también de la Fhilosophia-perennis, formando así parte del Mahabharata, la gran epopeya de la India, que comprende 100.000 estrofas generalmente de dos versos cada una y un núcleo central formado por la lucha fratricida que enfrentan dos ramas rivales de una misma familia real, una constituida por los Pandavas, hijos de Pandu, y otra por los primos de los anteriores, los Kauravas o Kurus, hijos de Dhritarashtra. Uno de los criterios interpretativos que facilitan la lectura de las diversas doctrinas expresadas en el poema consiste en verlo como diversas ideas o distintos enfoques que forman parte de una misma realidad en donde responden a momentos diferentes de un mismo proceso y debido a esa terminología y a esas expresiones ambiguas utilizadas muchas veces La Bhagavad–Gita se presta a varias interpretaciones, dando lugar que distintas escuelas religiosas filosóficas de la India compusieran comentarios del poema de acuerdo a esos postulados que le eran propios a cada una. Nos encontramos con una doctrina enseñada por Krsna como una síntesis del brahmanismo clásico y el teísmo devocional popular. Y comprende ese número reducido de páginas que forma parte del Bhisma Parva, el sexto Canto del Mahabharata anteriormente aludido y que consta de 700 slokas o versos divididos en 18 capítulos que recogen este diálogo, en donde Krsna comienza indicando que solo los muertos pueden ser muertos pero lo espiritual que existe en ellos es inmortal. Ahora entendemos mejor ese interés en que las obras en torno al Mahabharata tengan grandes índices de audiencia en los hogares indios, que les lleva a ese viaje que transcurre en el tiempo del cual todos formamos parte, el Bien y el Mal, esa dualidad que en ocasiones por obvia no la vemos y nos pasa desapercibida. No estamos ante un Evangelio del Hinduismo —nos gusta etiquetar demasiado en Occidente cuando su lectura nos sigue produciendo una interrogación en nuestro interior— sino ante una obra colosal que ha producido ese relámpago de nuevo y como añade Arnau: “No estamos ante un canto filosófico sino ante un canto a una forma de vida basada en la entrega y la devoción, que se apacienta en el mito y celebra lo inmutable”. Y volviendo a Pujol hacemos nuestras sus palabras: “Dejemos que sea la Diosa misma del Lenguaje: ese río sonoro, rebosante de significado que es la base de toda elocuencia y el fulgor de toda inspiración”. A la hora de entregar esta pequeña síntesis de lo Sagrado y del lenguaje nos acordamos de un estudioso nacido en Santiago de Compostela de nombre Fernando Wulff Alonso y su Grecia en la India. El repertorio del Mahabharata, quien siendo un profesor titular de Historia Antigua de la Universidad de Málaga especialista en mitología comparada le llevó a ir a las Fuentes en Benarés y conocer al profesor Pujol, que terminó su gran trabajo (diccionario sánscrito castellano) agradeciendo a sus colaboradores el buen trabajo realizado y llegando al corazón mencionando a sus padres Jordi Pujol Rius y Rosalía Riembau Carbó, “quienes con su ejemplo me han enseñado el secreto de la constancia”.