Teresa Abelleira, la niña que era más pequeña que la pelota ya es campeona del mundo

Ex del Deportivo, conquista Australia con las mismas armas con las que antes sedujo a Galicia y A Coruña, ciudad central en la historia del fútbol femenino

Juega como es: simple, sin dobleces

Tere Abelleira, con la bandera gallega, tras ganar la final.  | // JOSÉ BRETÓN

Tere Abelleira, con la bandera gallega, tras ganar la final. | // JOSÉ BRETÓN / Carlos MIranda

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Su padre Milo y su hermano Tomás, ahora que Teresa Abelleira está en la cima del planeta fútbol, habrán recordado aquellas tardes interminables de verano en las playas de Covelo, Sanxenxo o A Lanzada en las que toda la familia pasaba dos o tres meses y que se convertían en maratones de toques de balón y de partidillos de fútbol en la orilla.

Entonces la hoy campeona del mundo no levantaba un palmo del suelo y el balón parecía muchas veces más grande que ella. Pero era infatigable. No se cansaba nunca. Lo devolvía una y otra vez, una y otra vez. Todos acababan agotándose y rindiéndose, menos ella.

Así contacto a contacto, control a control, se fue puliendo esa futbolista clarividente, precisa y plástica que se ha convertido en una de las mejores jugadoras del Mundial de Australia y Nueva Zelanda 2023 que acaba de terminar. Ella, campeona y encumbrada.

En Pontevedra, en 2012.  | // GUSTAVO SANTOS

En Pontevedra, en 2012. | // GUSTAVO SANTOS / Carlos MIranda

Casi dos décadas después Teresa Abelleira (Pontevedra, 2000) se ha coronado después de haber modelado un fútbol y una personalidad que cautivaron primero a Pontevedra, luego a A Coruña y Galicia y ahora a toda España y al mundo. Juega como es: simple, sin dobleces. Un ser de luz en el campo y fuera. Se crió en una familia que respiraba deporte y, sobre todo, fútbol. Su hermano aún juega en el Vilalonga, su padre es un trotamundos de los banquillos con trayectoria en Pontevedra, Celta B o Cultural. Su hermana Iria practicó atletismo. Todos unidos por esa pasión y marcados por el apellido de que dio nombre a una panadería centenaria en la Zona Vella de Pontevedra.

Con el Dépor Abanca en Riazor ante el Valencia.  | // ARCAY//ROLLER AGENCIA

Con el Dépor Abanca en Riazor ante el Valencia. | // ARCAY//ROLLER AGENCIA / Carlos MIranda

Tere, ahora Teresa, practicó taekwondo y atletismo de niña, pronto se quedó con el fútbol sala y con el fútbol. Además de en la playa, se fue cincelando también en las pistas de la zona de A Caeira, en Poio, junto a su hermano y junto a su familia. También se le podía ver en los entrenamientos de ambos en una banda, mientras esperaba a que acabasen, siempre pegada a un balón. Jugó con niños en el Lérez, con el Poio llegó a ser campeona de España cadete en pista. La calidad le sobraba y las opciones también.

El Dépor la reclamó con 16 años. Era dejar Pontevedra y marcharse a A Coruña, era no ver todos los días a su familia por un sueño. Le costó dar el paso, tanto a ella como a su gente. Nunca ha ocultado todos los sacrificios de aquella época. Manu Sánchez y Pablo Pereiro, responsable del Dépor Abanca en su nacimiento en 2016, tenían claro que, como punta del iceberg del fútbol femenino gallego, debían captar todo ese talento joven. Ella, Lía o Nuria, ahora en el Wolfsburgo tras marcharse del Barcelona. La apuesta por Tere era inequívoca. Junto a Raquel Bejar, firmó el primer contrato profesional de la historia del fútbol gallego y portó el brazalete de capitana desde los primeros días. Era la imagen del proyecto. Así se lo transmitieron a su padre Milo y así justificó dejarla partir a ese viaje de una hora en tren que parecía un abismo.

En A Coruña hubo momentos de nostalgia, de lágrimas, también espacio para madurar a la fuerza. Era un terremoto junto a su inseparable Lía. Pasaban los años y seguía siendo emocional. Lloraba en la victoria y en la derrota, era un torrente, también de fútbol, que conquistó en un chasquido de dedos a la grada de Abegondo y al deportivismo. Su fútbol, sus caños, ese balompié de la calle trasladado al césped que, no sin un par de accidentes (ante el Oviedo Moderno), se acabó plantando en Primera Iberdrola. Ella, Athenea, María Méndez, Iris Arnaiz, Gaby, Peke... Un equipo generacional, que fue líder y que solo la pandemia acabó quitándole un puesto de honor en aquel campeonato.

Se fue a Madrid y dejó A Coruña, que siempre ha sido protagonista de la historia del fútbol femenino español como con la irrupción hace un siglo de la pionera Irene González Basanta; el auge del Karbo campeón que se acabó convirtiendo en base de la primera selección española que se estrenó en A Guarda en 1983 o el alumbramiento del Deportivo Abanca en 2016, referente en Galicia, que llevó a la élite a futbolistas como Teresa Abelleira.

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Hace ya tres años que no juega en Abegondo y en Riazor, pero siempre se le ha percibida unida al club. Se le había visto en la grada, más en la etapa en la que su cuñado, Edu Sousa, estaba bajo los palos del Deportivo. La ciudad, la afición y sus excompañeros de vestuarios no han dejado de celebrar cada uno de sus triunfos. Es que, como decía Lía, “Tere es siempre la misma esté donde esté”, ahora en Sídney, como campeona del mundo. La cima de aquella niña infatigable de la orilla de la playa.

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“Es bonito que rompamos las barreras y que se hable de nosotras”, confesó la exdeportivista Teresa Abelleira después de convertirse en campeona del mundo. “No somos conscientes de lo que está pasando en España. Siento una alegría inmensa, es inexplicable ahora mismo”, expresó una de las revelaciones del campeonato y pilar del equipo de Jorge Vilda como única pivote defensivo. Para Abelleira este logro es colectivo: “De nosotras y todas las que empezaron. Estamos aquí gracias a las que dieron los primeros pasos. Nos llevamos que ahora cada día más niñas quieran jugar al fútbol y sueñen con ser campeonas del mundo”. “El fútbol te da los mejores días de tu vida y los mejores, maduré mucho este año y se ve recompensado todo el esfuerzo de la temporada. Llevo un año muy duro, y la familia es la que cree en ti y te levantan y todo es gracias a ellos”, confesó la gallega.