fútbol - Liga de Campeones

Suspiro de alivio en Montjuic

La aparición de Cancelo lleva al equipo azulgrana a octavos tras dos años de fiascos

Joao Cancelo, tras marcar el primer gol. |  // ALBERTO ESTÉVEZ

Joao Cancelo, tras marcar el primer gol. | // ALBERTO ESTÉVEZ / fernando cabezas

fernando cabezas

Fíjense en esos ojos de ido. En blanco y fuera de órbita. Porque es en el descontrol de la locura donde los miedos mueren y la incertidumbre muta en certeza. En esos ojos poligoneros y quijotescos de Cancelo, que no paró hasta reventar, se vio reflejado un Barça que se levantó por fin en Europa, aunque fuera entre convulsiones. Hacía dos años que los azulgrana eran apartados del continente a manotazos. Así que remontar al Oporto gracias al talento de Cancelo, clasificarse para octavos y asegurarse la primera plaza —tiene siete goles de margen frente al Shakhtar— sabe a gloria al club. Pero sobre todo a Xavi, a quien rondaba una advertencia de hartazgo por parte de sus capataces.

Se sabía observado por quienes habitan en el palco y sospechan de los métodos de trabajo del vestuario. Así que el técnico hizo que lo que los mandamases esperaban de él, alinear bien a sus mejores futbolistas —con la única excepción de Iñaki Peña, otra vez sustituto del lesionado Ter Stegen—, bien a quienes, por estatus y contrato, debían estar. Una alineación, en definitiva, irreprochable tanto para la propaganda como para las necesidades deportivas

No es que el Barcelona ganara en juego, porque no lo hizo. Pero, al menos, reparó en que con esfuerzo y talento quizá pudiera sobrevivir. Pero antes de que la noche se abriera de par en par, el Barça sudó sangre. Interpretó bien el Oporto las dudas de Koundé, así que no tardó en montar encerronas. Pepê, más vivo que De Jong, abrió el marcador.

Cuando los hinchas de Montjuïc comenzaban a ensayar cómo colocar los dedos para silbar, el Barça tuvo una aparición mariana en la orilla de Cancelo. Él solo, de la nada, después de minutos de indiferencia, y tras bailar a dos defensores , alcanzó lo que sus compañeros no supieron hacer en compañía.

Igualar el partido dos minutos después dio confianza a los futbolistas del Barça. João Félix estaba dispuesto a alejarse de ese aroma a intermitencia. Y lo demostró tras el descanso aprovechando el delirio de Cancelo, con quien se alió. El Oporto, fantasmal, ya ni compareció. El Barça regresó a aquel tiempo en el que clasificarse en Europa era rutina, no tormento. Ya es algo.