“Que sí, joder, que vamos a ascender”, atronó ayer en un Riazor que superó los 26.000 espectadores como presagio y a la vez autoconvencimiento de que el Deportivo debe de una vez por todas abandonar el tercer escalón del fútbol español. Fue el colofón también a una jornada de orgullo blanquiazul que arrancó hace siete días. Enseguida el deportivismo, la ciudad y todo aquel que sintiera al club como algo cercano se persuadieron de la trascendencia de la cita de ayer en Riazor y comenzó la movilización. Las más de 20.000 entradas despachadas por la Federación fueron la chispa que prendieron una llama que después alimentaría el Deportivo para que cada rincón de A Coruña luciera como en las grandes ocasiones. Comercios, oficinas, autobuses, los puestos de los mercados... todos se tiñeron de blanquiazul estos días hasta desembocar en la jornada de ayer, marcada por un partido en el que estaba en juego el futuro inmediato del club.
Lució Riazor como en las tardes señaladas, con la afición volcada en las horas previas para acompañar a su equipo desde que se bajó del autobús y puso el pie en la calle Manuel Murguía. Con ello le dio lustre también a una competición fallida como laPrimera RFEF, montada a toda prisa y convertida en una sucesión de sainetes. El último ha sido un play off con los estadios desiertos salvo el de Riazor y retransmisiones televisivas fantasmas. De su presidente, Luis Rubiales, se acordó la afición deportivista y también la del Linares, en clara inferioridad numérica ayer en las gradas del estadio coruñés pero igualmente ruidosa durante muchos momentos. Le dio alas su equipo, divertido y valiente hasta el punto de asustar a buena parte de la parroquia deportivista con alguna de sus varias ocasiones.
No pareció afectarles el espléndido ambiente que se vivió en Riazor, olvidado desde hacía años por los efectos de la pandemia y la profunda crisis que ha atravesado el club en su etapa más reciente. “Xa vou escoitando o ruxido dos que che levan a gañar”, se leyó en el fondo de Maratón en cuanto los jugadores asomaron por el túnel de vestuarios hacia al césped. Y Riazor rugió enseguida, con esa primera oportunidad que cocinaron entre Héctor, William y Miku y que el delantero venezolano no consiguió embocar en la que fue prácticamente la primera jugada de la eliminatoria. Disfrutó y sufrió a partes iguales la afición deportivista en una primera parte coronada por el gol de Quiles desde el punto de penalti y fue ganando decibelios a medida que fueron cayendo los goles que acercaban al Deportivo hacia la última batalla por el ascenso.
