La Operación Avecilla: cuando el Dépor fichaba como un equipo NBA

Vuelve el Mérida, con el que ideó Lendoiro un trasvase de jugadores junto al Tenerife

Lendoiro posa con Emerson en su presentación como jugador del Dépor en el verano de 2000. |  // LOC

Lendoiro posa con Emerson en su presentación como jugador del Dépor en el verano de 2000. | // LOC / Carlos MIranda

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Unos a Tenerife, los otros a A Coruña y unos cuantos a Mérida. El regreso del conjunto extremeño esta tarde a Riazor, aunque sea en una versión refundada, retrotrae a los deportivistas no tan jóvenes al fútbol de los años noventa, a un trade tipo NBA, inusual en aquel tiempo, y a los particulares y mediáticos presidentes de clubes de fútbol de entonces, inmortalizados hace poco algunos de ellos en la docuserie La Liga de los Hombres Extraordinarios. La Operación Avecilla, nacida en la mente de Augusto César Lendoiro y Javier Pérez y con la colaboración de Pepe Fouto, fue una de las maniobras más llamativas de aquel tiempo.

El ya fallecido presidente del Tenerife y el máximo mandatario del Deportivohasta 2014 habían hecho buenas migas desde aquella promoción de 1990 en la que los chicharreros le cortaron el paso a los coruñeses camino de Primera. Se encontraron en unos meses en la máxima categoría y, años después, alumbraron una operación múltiple y un tanto misteriosa con ramificaciones difíciles de adivinar, por la que Makaay y Jokanovic acabaron en Riazor tras salir del Heliodoro Rodríguez López; Aira y Barata (comprado por el Dépor al Mérida) en Tenerife; Nuno y Rubio en el Estadio Romano, provenientes de A Coruña; y David Pirri en Riazor, desde Extremadura. Siguió incluso más adelante con la llegada de Emerson al Dépor campeón de Liga y más movimientos secundarios. Un difícil puzle en el que, en teoría, se rotaban más los jugadores que el dinero y al que bautizó Lendoiro, unos guiños que le encandilaban sobremanera y que continuó haciendo en años sucesivos. “O paxariño voou”, le gustaba decir al presidente del Dépor que era la contraseña de la operación en un tiempo de relación tan fluida que hasta bromeaba con poner a Pepe Fouto, presidente del Mérida, en nómina. Años más tarde, el conjunto extremeño tuvo que rendir cuentas ante la Justicia por la forma en la que trasladó todas estas operaciones a sus libros de cuentas.

Lendoiro se aficionó a estos tratos y dos o tres años después fichó a Toro Acuña del Real Zaragoza tras cederles a David Pirri y a Jesús Muñoz, comprado en la misma operación al Atlético de Madrid, que a su vez ataba al deportivista Emerson. El formato era parecido, aunque el rendimiento del paraguayo en A Coruña fue muy deficitario. El último gran trato de este tipo.

Lo que no se perdió fue el gusto de Lendoiro por seguir bautizando y poniendo nombres en clave a estas ventas, fallidas o exitosas, que entrañaban cierta complejidad. Así reservó el nombre de Cantó el Mariscal al trato con el pretendía traer al jugador del Oporto Deco que acabó en el Barça y el de Operación Costa da Morte para la contratación del mexicano Omar Bravo haciendo un juego de palabras con lo que significa su nombre en gallego y las condiciones del mar en una costa que conoce a la perfección.

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