4-2 | El Dépor sobrevive a su pasado y su presente

Se sobrepone a los fantasmas, sus miserias e Iban Salvador para remontar y doblegar al Fuenlabrada | Doblete de Quiles tras el 'hat-trick' de la ida para dormir a un punto de la cabeza

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Era el paripé, la indefensión, era Iban Salvador, eran las urgencias y jugar otra vez sin red. Agarrado a su fútbol, a su fe y a las entrañas de Riazor, el Dépor se sobrepone a su pasado y a su presente para dormir a un punto de la cabeza y seguir en la lucha. El cuarto y el quinto gol de esta temporada de Quiles a los madrileños sirvieron para abrir la cuenta blanquiazul y para certificar el triunfo ante un Fuenlabrada pleno de puntería y con un futbolista tocado por una varita y por los excesos. El equipo coruñés gana vida y tiempo, se aferra a la cornisa, lo que mejor se le ha dado esta temporada, para no descabalgarse en la recta final y para mandar un aviso: quien quiera matarlo va a tener que hacerlo una y mil veces. Cano, cuestionado como pocos en la historia reciente del Dépor, salva otro match ball.

Ya desde el anuncio de las alineaciones, el técnico supo que iba a encontrar poca comprensión en su grada. Pitos ante su nombre. Daba igual que sus cambios en el once fuesen mínimos. Desde hace tiempo al deportivismo no le gusta, le incomoda casi todo lo que hace, muchas veces con razón, y estaba dispuesto a hacérselo notar. Su apuesta mandaba de nuevo a Mario Soriano a la banda y recuperaba a Rubén Díez y, por sorpresa, a Raúl Carnero.

Tres pinceladas, el mismo Dépor de Riazor, muy diferente al que cada quince días pena por los campos de Primera RFEF. Salió arrollador, hasta un tanto acelerado e esquizofrénico en busca del gol. Creaba ocasiones, tocaba, encontraba espacios, pero sobre todo hacía una extenuante presión arriba. Su rival no estaba cómodo. Se afanaba en despejar y lo fiaba todo a un futbolista tan bueno como sobreactuado. Iban Salvador. Se jugaba un partido en la avalancha blanquiazul y otro en la media cuando el ex del Celta o exageraba una falta o exasperaba a sus rivales. Para desgracia de los coruñeses, su áspera táctica, con la connivencia del colegiado, funcionó. Amarilla a Lucas, a Villares en 15 minutos. La del coruñés, evitable. Esa era su incidencia en el duelo, pronto lo iba a dinamitar..

Deportivo - Fuenlabrada

Deportivo - Fuenlabrada / Casteleiro/Roller Agencia

Una pérdida de Rubén Díez en la frontal, otra, le dejó un balón suelto en el círculo del medio del campo. El futbolista cedido por el Tenerife saldrá en la foto, pero no tiene ni una centésima parte de culpa si se atiende a la genialidad que se inventó el ecuatoguineano. Gol desde 50 metros, imposible para un Ian Mackay molestado por el sol. 0-1, minuto 19. Celebraba haciendo un gesto que recordaba a una mascarilla. Así es él, querido en todos los campos. Todo le salía mal al Dépor, todo es una afrenta, siempre ante el Fuenlabrada.

El tanto no minó la voluntad de las huestes de Óscar Cano. Con facilidad, encontrando espacios y líneas de pase, se lanzaron al galope a por la portería madrileña. Pudo marcar Lucas. Fue la primera de infinidad de oportunidades en quince minutos. Graninx paraba lo parable y lo imparable. Riazor se movía entre el fatalismo y la imposibilidad de que su rival aguantase así todo el duelo. El 1-1 llegó en un centro de Lucas. Quiles hacía el empate de cabeza. Minuto 33.

Fue el pistoletazo de salida de unos momentos locos. El Dépor se dejó empatar casi del saque de centro. 1-2, Santi Jara, minuto 34. Lo bueno es que a los dos minutos igualaba Soriano con disparo desde la frontal. Al rescate. Volvían las tablas. 2-2, minuto 36. El Dépor respiraba, porque, a pesar de su fragilidad, había sido capaz de rehacerse. Estaba vivo y no era poco. Llegaba el descanso para que todo reposase.

Se empeño tanto el Dépor en empatar, en dar muestras de que se levantaba tras cada golpe, que en la segunda parte se quedó sin aire, sin ideas. Contribuyó también que el Fuenlabrada salió mejor posicionado, que se pertrechó con una mayor eficiencia. La receta era fácil. No dejaba espacios por el centro, repliegue casi intensivo y cuando cogían la pelota, se desataba la estampida de una manada liderada, como no, por Iban..

Deportivo - Fuenlabrada

Deportivo - Fuenlabrada / Casteleiro/Roller Agencia

Si en la primera parte sembró el terror en la defensa de los coruñeses, no pasó nada diferente en la segunda. Cargó a todo el Dépor de tarjetas, él solo con esa mezcla de buen pelotero y teatralidad. El colegiado le dejaba y él estaba crecido ante su soberbio partido. El equipo coruñés resistía y lo intentaba como podía. Cualquier escenario era posible.

Antes de ese tanto salvador de Alberto Quiles de cabeza, Óscar Cano solo movió el banquillo para sacar a Isi Gómez e introducir a Max Svensson, su cambio preferido. Es una sustitución que revitaliza a los que están en el césped y a los que se encuentran en la grada. Da espacio a Lucas, genera problemas en los defensas, estira al equipo y enciende a la grada. Es como una bebida energética, es el jugador avispero.

Cuando ya llevaba un rato en el campo fue Lucas el que se descolgó de nuevo a la izquierda para encontrar a Quiles otra vez con su centro el segundo palo. 3-2, minuto 73. Repóker. Por fin, se ponía el equipo coruñés por delante. Eso sí, el partido le había enseñado que nadie le iba a regalar nada.

El Fuenlabrada sacudió el banquillo para sacudir al Dépor. Los coruñeses se defendieron muy bien en esos veinte minutos, muchas veces con la pelota. Y cuando los nervios y la pericia visitante se lo impidieron, ahí estaba una mano salvadora de Ian Mackay para impedir el 3-3. Todo hasta que llegó la falta de Lucas trazada con escuadra y cartabón a la base del palo. 4-2, minuto 88. Respiraba él, respiraban todos. Moría el partido, moría la angustia. Riazor había empezado con pitos y acababa botando. Que pase el siguiente.