Después de relatar una a una las fechas de las comunicaciones al respecto de los contratos con el Banco de España, que disponía de un equipo "inscrustado" en la misma entidad para acceder a actas y documentos como los de las condiciones laborales de forma "permanente" desde 1999, Pego narró el encuentro con altos cargos del supervisor en Madrid solo dos días antes del que mantuvo con Castellano. "Les transmito la inquietud que hay porque a una semana de la constitución del banco no había organigrama, que yo no tengo ninguna intención de irme y que me gustaría seguir mientras cuenten conmigo para algo que no sea leer el periódico", detalló. En sus palabras, lo que allí se le transmitió es "que cómo no se iba a contar conmigo".

A la salida de esa reunión, Pego recibe la llamada por teléfono de Pedro González, uno de los presentes en la cita en la sede de Cibeles. "Es una conversación privada, que no me gusta contar, que tampoco puedo probar, pero que creo que es necesario que la saque", se disculpó. En ella, González, encargado de la vigilancia de la entidad, "elogia mi comportamiento durante la reunión, la lealtad que he manifestado al Banco de España". Pero "ante el cambio de gobierno que preveían las encuestas" [eran los últimos días del PSOE en el Ejecutivo], el alto cargo le recuerda que el subgobernador está a punto de irse "y me dice que no me sienta obligado a seguir esa lealtad y que sea egoísta, que me prejubile en la caja". "Me quedé -admite Pego- descolocado".