El 17 de julio de 2013 Manuel Fernández de Sousa rompió con más de medio siglo de tradición familiar en Pescanova, la multinacional fundada por José Fernández López en 1960. Dejaba la Presidencia del grupo tras tres décadas en las que erigió a la compañía en una referencia mundial del sector. "Nadie es insustituible, yo tampoco lo soy y por tanto es mi obligación, llegado este momento, presentar mi dimisión", dijo en su momento. La expansión del grupo, con inversiones por más de 830 millones en solo cinco años (2007-2013) fue el talón de Aquiles de un proyecto que acabó protagonizando una quiebra monumental de más de 3.000 millones. Desde su salida de la compañía nunca dejó de defender la viabilidad del grupo "íntegro" y se centró por completo en su defensa ante la Audiencia Nacional, que le investiga por el descalabro de Pescanova. Desde hace "meses" -este periódico no ha podido precisar cuántos- trabaja para National Aquaculture Group (Naqua), compañía acuícola privada saudí con base en Al Lith, a 5.200 kilómetros de Galicia. Este diario trató de contactar con el empresario a través de un portavoz, sin éxito.

Fernández de Sousa es su chief operational officer (COO, director de operaciones), según indicaron fuentes próximas a la compañía. Naqua, fundada en 1982, es una adolescente en comparación con la trayectoria y penetración de Pescanova, grupo con plena integración vertical con buques, granjas acuícolas, fábricas de transformación y red global de distribución. El nuevo proyecto de Sousa se centra en la acuicultura, con capacidad de producción de 135.000 toneladas anuales de pescado y langostino, asegura su página web, según la cual Naqua dispone de una de las mayores infraestructuras para la cría de langostinos en todo el mundo. Posee 16 granjas para este recurso, que le permitirían alcanzar las 70.000 toneladas de producción anual si saturase las jaulas por completo. Pero de momento el pesquero sigue siendo un negocio incipiente en Arabia Saudí, empecinada en diversificar su economía más allá de la venta de petróleo. Según los últimos registros de exportaciones (de la ONU, el Comtrade), las exportaciones de productos pesqueros desde este país rozaron los 100 millones de dólares en 2015, un 20% más que en el ejercicio precedente y trece veces más elevadas que en el 2000. Aunque Sousa está acostumbrado a lidiar con iniciativas nuevas e, incluso, de riesgo.

A partir de 2006 embarcó a Pescanova en el negocio de la cría y engorde de langostino vannamei, con granjas en Nicaragua, Honduras, Guatemala y Ecuador. La misma inversión desbocada que agujereó las cuentas del grupo sirvió para tejer un negocio primordial, porque las granjas han permitido desestacionalizar el consumo y la mitad del volumen de negocio de Pescanova es acuícola a día de hoy. Y eso que en 2013 perdió las dos filiales que tenía en Chile (Acuinova Chile y Nova Austral), que entraron en concurso y pasaron a manos de la gigante noruega Marine Harvest y a Ewos, respectivamente. De haber logrado vender la primera, operación que había apalabrado en diciembre de 2012 por 250 millones, el caos de Pescanova habría quedado en una gripe. "No tengo más remedio que hacerla. Son 22 años enterrados en el proyecto salmón, que tendré que vender con una pérdida de 100MM$ y al menos otro tanto por no poder esperar un año", escribió a un confidente, como desveló en su día este diario. Pero no se produjo la transacción.

Pero más arriesgado fue el proyecto de rodaballo en Mira, donde aspiraba a producir 7.000 toneladas anuales de esta especie y cuya infraestructura continúa defendiendo. "Es la mejor del mundo por sus condiciones técnicas y emplazamiento", dijo de ella, y consideró "inconcebible" que la nueva dirección de Pescanova le estuviese buscando comprador nada más asumir el mando. Ahora es propiedad de un fondo buitre, Oxy Capital, y sus rodaballos los comercializa la mayor rival de la multinacional gallega en este segmento: Stolt Sea Farm. Fernández de Sousa vio este proceso de desinversión desde una barrera de kilómetros y silencio (este diario contactó con él varias veces para saber su opinión sobre desinversiones ejecutadas por la empresa desde su salida, pero nunca contestó). Quizás en el juicio, donde se dirimirán las responsabilidades sobre el colapso de Pescanova, decida hacerlo.

A Manuel Fernández de Sousa nunca se le impuso ninguna medida cautelar que le hubiese impedido viajar al extranjero. Solo hubo de abonar una fianza civil solidaria con más investigados (imputados), pero declaró un patrimonio exiguo: una finca rústica en El Escorial, dos vehículos de segunda mano y una cuenta bancaria con poco más de 4.000 euros.