Una parte importante del porvenir de la economía gallega depende de otros países, aquellos en los que tienen su sede central compañías multinacionales con presencia en Galicia. Las corporaciones transnacionales ampliaron su peso e influencia en la comunidad gallega en las últimas décadas, al igual que en el conjunto de España y en muchas otras partes del mundo, estimuladas por la fase más reciente de la globalización y, en parte también, por la forma en que ciertos actores del capitalismo financiero (fondos de inversión, sociedades de capital riesgo...) se han movido para rentabilizar oportunidades que trajo la última crisis (dinero barato y negocios a la venta en condiciones ventajosas).

Fruto de ese escenario, la autonomía gallega cuenta con más filiales de empresas extranjeras que antes de la crisis, pero su relevancia en la producción, el empleo, la inversión o el comercio exterior no siempre registra repuntes como consecuencia de la dureza de la primera fase de la crisis y la lenta recuperación posterior. Las siguientes son algunas de las cifras extraídas del estudio sobre filiales de empresas extranjeras publicado recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

El número. Las filiales extranjeras establecidas en la comunidad pasaron de 103 en 2008 a 271 en 2016. Es una expansión relativa del 163%, muy superior al promedio nacional (69%), ya de por sí muy alto. En el último ejercicio también hubo incremento pues en 2015 las firmas extranjeras con presencia en Galicia eran 231 (+17%). La presencia internacional está concentrada en la industria y los servicios -la encuesta se centra en el sector industrial y en los servicios de mercado no financieros- y el crecimiento en esos ochos años supuso que las firmas foráneas pasasen de representar el 0,08% del total a alcanzar el 0,20%.

La producción y el empleo. El valor de lo que produjeron las 271 compañías extranjeras con actividad en Galicia en 2016 fue equivalente al 18,9% del correspondiente al conjunto de las empresas de los sectores industrial y de servicios privados, frente al 18,1% de 2008. Sin embargo, la cifra absoluta se redujo, de 9.459 millones hace una década a 9.121 millones hace dos años, lo que indica que las empresas autóctonas perdieron peso en la producción totalempresas autóctonas. La incidencia en el empleo es más modesta (4,7% del total de ocupados de los sectores citados), pero está por encima del 4% que alcanzaba en 2008. En puestos de trabajo, esos porcentajes se traducen en 24.049 empleos dependientes de firmas extranjeras en la comunidad, frente a los 22.831 de ocho años antes, lo que equivale a un repunte del 5,3%. El incremento también se produce de 2015 a 2016, con 2.400 profesionales ocupados más.

Exportación e inversión. Las compañías de capital extranjero hacen casi un tercio de las exportaciones gallegas de estos sectores (27,5%), con más de 5.900 millonesexportaciones gallegas, y el 9,2% de las inversiones en activos materiales, partida que deja fuera el gasto en I+D+i que se realiza en la comunidad. Ese porcentaje equivale a 216 millones de euros.

La envergadura de la presencia de capital internacional en el tejido productivo puede interpretarse como un indicador de competitividad y confianza en el territorio y también de homologación al comportamiento de economías regionales semejantes. Galicia no es diferente en esto y comparte con muchos otros los pros y los contras de la forma de hacer negocios de las grandes corporaciones en los países desarrollados. Entre las ventajas, la calidad del empleo (con frecuencia mayor que en otras compañías autóctonas), la conexión a los mercados y estructuras de producción globales ("cadenas globales de valor"), la capacidad tractora de las multinacionales para favorecer el desarrollo de empresas locales o su potencia inversora. Entre las desventajas, la exposición al riesgo de deslocalizaciones y las dinámicas de competencia interna que determinan los repartos de mercados e inversiones entre plantas e imponen un esfuerzo constante para mejorar la productividad y reducir costes. Son decisiones que se toman a miles de kilómetros de Galicia y en las que la capacidad de influencia de las instituciones de una comunidad o de un país es extraordinariamente limitada.

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