Opinión | Shikamoo, construir en positivo

De libros...

Les saludo de nuevo, en este 24 de abril. Un día después de la celebración del Día del Libro, el 23 de abril, jornada con gran tradición, y con diferentes antecedentes... El primero a partir de 1923 en Cataluña, donde el escritor Vicente Clavel Andrés propuso tal idea a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona. Después de ser aprobado por Alfonso XIII en 1926, se celebró entonces el 7 de octubre de ese año, conmemorando el fallecimiento de Cervantes y Shakespeare sin que hubiese una completa certeza sobre la exactitud de tal efemérides.

A partir de ahí, tal Día del Libro se celebra en ese día, por cierto el del Rosario, con dudas crecientes —hoy en día se establece que Cervantes murió realmente el 22 de abril— y pensándose que además tendría más vistosidad y pujanza una celebración de tal guisa, con “paradas” callejeras, en tiempo de primavera. Todo ello hace que ya en 1930 se moviese tal celebración al 23 de abril. Una jornada en la que en Cataluña ya se celebraba el Sant Jordi desde tiempos pretéritos, en honor a su patrón desde el año 1456. Este día dedicado a San Jorge también es de celebración en Aragón e Inglaterra.

Paralelamente, la Unesco promueve a nivel internacional tal Día del Libro desde el año 1988, de forma que comienza a ser celebrado en varios países en 1989. Y ya en 1995 la Conferencia General de tal organización multilateral establece oficialmente el 23 de abril como lo que hoy conocemos: el Día del Libro. Este año la capital mundial del libro es Estrasburgo, en la que Gutenberg moró y donde intentó desarrollar la imprenta de tipos móviles, y con una gran tradición literaria. El Día del Libro es mundialmente hoy un evento importante, con dos objetivos: reconocer y honrar a la literatura y los literatos y, sobre todo, fomentar la lectura en todo el mundo.

Sinceramente, creo que sobre todo el segundo es un objetivo verdaderamente importante. Y, ¿saben por qué? Porque lo que yo he visto hasta ahora es que las personas toman o no para sí el hábito de la lectura a partir de sus primeras experiencias con la misma, y un buen trabajo motivacional y promocional de la misma lleva a que haya más individuos que disfruten con tal actividad. Algo que en absoluto es únicamente una actividad de ocio o una afición, sino que repercute directamente en el propio bagaje del lector. Dicho de otra forma, leer es para mí —y puede que esto les resulte una obviedad— una palanca para conocer. Y, por tanto, es fundamental promover la lectura dentro de una lógica de fomento del conocimiento crítico, del que andamos tan necesitados en tiempos en que en un maremágnum de información errónea o parcial sobrenada el conocimiento real, contrastado y fundamentado. Es muy importante promover una sociedad más lectora, como parte del objetivo, mucho más ambicioso, de elevar el grado cultural real de nuestro entorno.

De lo que veo en el sector educativo, comprendo que hay jóvenes —pocos, relativamente— que por diferentes razones tales como su propio interés e iniciativa por la lectura, el de su entorno familiar y social, el haberse encontrado con profesorado o monitores y monitoras de actividades muy involucrados en la promoción lectora u otras razones, se convierten en grandes lectores. Creo que tales personas difícilmente abandonarán tal hábito y tal interés, y de lo que he podido ir siguiendo en estos años, me reafirmo en lo que digo. Pero frente a esto, una mayoría de los niños y las niñas no presentan tal interés, o no se les ha conducido convenientemente a ello, y terminan convirtiéndose en adultos que, en el peor de los escenarios, terminan no teniendo reparo alguno en afirmar que no han leído jamás un sólo libro, que no lo han hecho en el último año o que no recuerdan la última vez en que leyeron. Tales afirmaciones no son baladíes porque, aunque es verdad que hay libros y libros, géneros y géneros, y unos aportan mucho más que otros en términos de cultura, creo sinceramente que tal condición no lectora absoluta está reñida con un buen ejercicio de ciudadanía crítica, o con cultivar un mínimo de comprensión de lo que nos rodea. No se trata de devorar a diario la obra de Kant o el Estagirita, pero si lees te conectarás con personas reales que pensaron ya desde mucho antes de que tú nacieses, o con tus contemporáneos que lo hacen desde circunstancias y puntos de vista bien diferentes. O llegarás a la magia creada por diferentes imaginaciones, o podrás extraer información sobre modos de vida y otras culturas, o desarrollar la sensibilidad e inteligencia emocional para adaptarte a diferentes situaciones.

Sí, leer es muy positivo para ser buena persona. Y, así como digo que la vida más deporte no es la misma vida parcialmente mejorada sino una vida absolutamente diferente, renovada y completamente mejor, también afirmo lo mismo para la vida más la lectura. Leer es de lo mejor que, creo, nos puede pasar... Y digo esto en uno de los países donde más se publica y, al tiempo, menos se lee... Me parece que deberíamos reflexionar sobre ello y crear estrategias para que se lea más, mejor y más compartido... Ganaríamos todas y todos.