Aunque las cosas pudieron complicarse aún más sin las lluvias generosas de esta primavera, el impacto de la larguísima sequía de 2017 en Galicia fue lo suficientemente grave como para no olvidarla. La alerta se prolongó 15 meses. La comunidad sufrió el tercer año más seco desde que hay datos oficiales. Llovió un 33% menos de lo habitual. Entre otras muchas consecuencias está el freno en las energías renovables. Sin agua y con también menos viento, la producción de los embalses disminuyó un 66% y un 4% la de los parques eólicos. Si en 2016 entre ambas rondaron el 56% de toda la generación de electricidad de Galicia, el pasado ejercicio apenas aportaron el 39%. Para poder cubrir la demanda de hogares e industrias de aquí y las necesidades de exportación a otros territorios deficitarios, las térmicas funcionaron a pleno rendimiento. Tocaba esperar un importante aumento de los gases contaminantes en Galicia en 2017. Y así fue. El sector disparó casi un 20% las emisiones de dióxido de carbono (CO2).

Las grandes instalaciones de combustión de Galicia, capitaneadas por las centrales energéticas, lanzaron 12,4 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera el año pasado, según el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes (PRTR) que acaba de actualizar el Ministerio para la Transición Ecológica. El ejercicio precedente fueron 10,5 millones. Casi la mitad del total de dióxido de carbono emitido en Galicia por la industria, cerca de 25,2 millones de toneladas -estos datos no incluyen los gases del transporte y los hogares-, procedían de la quema de combustibles fósiles.

A la cabeza está la térmica de Endesa en As Pontes, la central de carbón más grande de España. Sus emisiones de CO2 ascendieron a 8,11 millones de toneladas, según el PRTR, lo que supone un aumento del 17% en comparación con 2006, cuando sumaron 6,93 millones. En Meirama, la planta de Naturgy en el concello de Cerceda, se contabilizaron 2,38 millones de toneladas, un 8,2% más.

La refinería de Repsol en A Coruña emitió 1,1 millones de toneladas de CO2 tras un recorte del 4,2%. Entre el resto de instalaciones destaca el ciclo combinado de As Pontes, que multiplicó por 2,8 su CO2 (557.000 toneladas) porque la producción con gas fue la otra gran alternativa del sector para compensar el desplome de la generación renovable.

Las reformas que tanto As Pontes como Meirama acometieron a lo largo de su historia para adaptarse al uso del lignito importado tras agotarse las reservas de carbón autóctono y reducir los gases contaminantes y de las partículas permiten que, pese a la fuerte actividad de las dos en 2017, sus emisiones no están en máximos. Pero sí son dos de los registros más altos de la última década. El segundo más elevado en la de As Pontes, inmersa ahora en otra remodelación para cumplir con el ajuste de gases obligado por la UE.

Las dos centrales de carbón no solo emiten CO2. Del resto de gases de efecto invernadero, y los que precisamente Bruselas manda atajar, sobresalen los óxidos de nitrógeno, con alzas del 6,6% en As Pontes (8,6 millones de toneladas) y una caída del 22% en Meirama (3,5 millones); y los óxidos de azufre, que crecieron un 23% en la central de Endesa (12,3 millones) y descendieron un 5,9% en la de Naturgy (5,8 millones).