El triunfo silente del BNG

El Deportivo lleva cuatro años muriendo en la orilla del ascenso. El Celta suma un centenario de cuentas pendientes. Y aún así, deportivistas y celtistas empiezan cada temporada pensando que esta vez sí. Que este será el año. Es un error muy común —salvo veredicto incontestable de las urnas— creer que en unos comicios el resultado es más importante que el relato. Asumir una derrota es mucho más cómodo que enfrentarse a una victoria imperfecta, a la medida, a fin de cuentas, de un país imperfecto, pero que es el que tenemos. Ya lo dicen los del Pontevedra: hai que roelo.

Con esa premisa, no es descabellado situar como el triunfador silencioso del 18-F a un BNG que no se ha resignado a ser cola de ratón. Una fuerza acostumbrada a crecer en los márgenes, pertrechada en las esencias identitarias, que ha decidido dejar de creer en la existencia de un techo imposible de romper y que, por primera vez en su historia, se perfila como alternativa real a lo existente. No es mal comienzo: cuando el Racing de Ferrol dejó de ver ese techo, se convirtió en el primer equipo de la provincia de A Coruña.

Transformar en dos semanas las expectativas de un partido ganado antes del pitido inicial en la posibilidad de un ascenso directo no es algo, desde luego, que se pueda leer como derrota. Ahora, como en los libros de cuentos o como en el fútbol, el BNG está en disposición de elegir su propia aventura, o de escoger el partido que quiere jugar.

O sucumbe al relato de la derrota, confortable y autocomplaciente, pero que no permite cimientos sobre los que construir, o asume el incómodo mandato de una victoria imperfecta: encontrar su techo, ahora que han descubierto que puede que este nunca haya existido. Quién sabe, quizá el año que viene el Arenteiro tenga que lidiar con el inconveniente de instalar una Sala VAR en O Espiñedo. Llegará septiembre y celtistas y deportivistas volverán a creer. Y todos sabrán que, cuando suena el pitido inicial, siempre hay un partido por ganar.