Una campaña para movilizar a tu rebaño

La cita del 18-F se limitó a dos opciones: PP y BNG

Haber creado la sensación de cambio movilizó no solo al electorado de izquierdas sino también al de derechas, con llamadas al voto útil por parte de Pontón y Rueda

Carteles electorales en la campaña del 18-F.   | // R. G.

Carteles electorales en la campaña del 18-F. | // R. G. / R. Prieto

Ya no se diseñan para animar y contentar a los tuyos, sino que buscan movilizar a quienes se quedan en casa o deciden su voto en vísperas de las elecciones. La campaña del 18-F ha sido más importante que en otras citas con las urnas para movilizar al electorado, tanto del bloque de derechas como de izquierdas. En la antesala de la carrera por la Presidencia de la Xunta, cabezas de cartel e integrantes de las listas en puestos de salida ya daban por hecho que en esta carrera a San Caetano se jugaban más que en otras ya que el tsunami de cambio que rugía en la calle redujo a solo dos las opciones: PP o BNG. O la continuidad a 15 años de gobierno con mayoría absoluta de los populares o un bipartito o tripartito con los nacionalistas al frente. Expertos en Ciencia Política y de la Administración consultados por este periódico coinciden en que la incertidumbre generada sobre los resultados de este 18-F derivó en una polarización de la campaña en PP y BNG, con llamadas al voto útil por parte de ambas formaciones, lo que acabó provocando una debacle de los socialistas y reduciendo a la irrelevancia tanto a Sumar como a Podemos.

Lo que ha quedado en evidencia en estos 15 días de mítines, encuentros sectoriales y recorridos por ciudades y pequeños municipios, coinciden los expertos, es la “impermeabilidad de Galicia” a los asuntos estatales, ajena a la ley de amnistía del Gobierno de Sánchez, las relaciones de los nacionalistas gallegos con Bildu o la batalla política entre Ejecutivo central y autonómico por la crisis de los pélets. Viendo el escaso o nulo impacto que las polémicas fuera de las fronteras gallegas tenían en el electorado, el PP dio un giro a su agenda a mitad de campaña, tal y como recuerda Elba Maneiro, profesora de Ciencia Política y de la Administración de la Univerdidade de Santiago. “Ha permeado los temas estatales y ha pasado a una llamada al voto útil porque hace tiempo que el PP no se veía entredicho”, detalla.

Al mismo tiempo, el BNG se ha inclinado en esta campaña en la que Ana Pontón se erigía como la primera mujer y nacionalista presidenta de la Xunta por “un discurso de izquierda, centrado en dimensión social, con el empleo, la sanidad como ejes, frente al eje nacional de la formación”, explica Fernando Martínez, también profesor de Ciencia Política en la Universidade de Vigo. “El PP hizo una campaña errática, con cambios sobre la marcha al ver que galleguizarla era la mejor opción. Al final —defiende Martínez— resultó efectiva ya que logró movilizar a su electorado. Incluso la caravana electoral propia en la que Feijóo recorrió Galicia, visitando pequeñas localidades, que recordó a la que hizo Rajoy en 2009, surtió efecto”.

¿Pulsión de cambio?

De la campaña del BNG, asegura que fue buena . No hay más que ver el resultado histórico: 25 escaños, el 31% de los votos. “Esto sería impensable hace nada. Tanto por su candidata, “bien valorada incluso dentro del electorado del PP”, como por su “discurso de carácter transversal, centrado en lo social”, han convertido en esta campaña al Bloque en el referente de la izquierda. “Es una líder que ya viene de años atrás y que se ha consolidado. Ahora bien, no se puede obviar la coyuntura: es la única oposición que existe”, matiza Maneiro.

La sensación creada por el BNG ya antes del arranque de la campaña de que el cambio en estas elecciones era posible produjo un doble efecto, según apuntan los expertos. Por un lado, la concentración del electorado de izquierdas en torno al proyecto de Ana Pontón, y a, su vez, la movilización de los votantes de centro derecha ante el “peligro” que supondría un gobierno liderado por los nacionalistas. “Para los electores del PP no sería tan traumático un presidente socialista, como Ana Pontón al frente de la Xunta”, argumenta Fernando Martínez.

Pese al aumento de la participación, que este 18-F alcanzó el 68% pero que con la suma del voto exterior no sobrepasará el 62% —ha sido una “movilización moderadamente alta” para unas autonómicas, entre 10 y 12 puntos más que hace cuatro años, pero que seguramente se quedará por debajo de la alcanzada en 2005 y 2009—, el peso de los votos en ambos bloques se mantiene prácticamente como en convocatorias pasadas: casi un 51% en la derecha (PP, Vox y Democracia Ourensana) y un 47% en la izquierda (BNG, PSdeG, Sumar y Podemos).

“Hace mucho que no veíamos una campaña con tanta expectación, sin saber qué iba a pasar en la noche del 18 de febrero”, apunta Elba Maneiro, al tiempo que señala que pese a la implicación de los candidatos en redes sociales, donde al final se crea un “microcosmos”, ha sido una campaña “de la vieja escuela”. Martínez coincide con Maneiro en que la campaña contribuyó a clarificar el liderazgo de la izquierda en torno a Ana Pontón”. “El BNG ya venía con una estructura importante de partido y liderazgo. Eso ha animado al voto útil. El trasvase de votos de PSOE, Sumar y Podemos lo capturó Ana Pontón”, apunta Enrique Varela, también profesor de Ciencia

Las dos semanas de agenda electoral por toda Galicia han demostrado, a juicio de los expertos consultados, que “el PP tiene la máquina muy engrasada, con gran implantación territorial”. De arrancar con una campaña “errática” y “titubeante”, califica Enrique Varela, profesor de Ciencia Política y de la Administración, pasó a hacer un discurso cada vez más potente”.

Mientras, en las filas nacionalistas, el BNG, continúa Varela, se venía ya con una estructura importante de partido y con el liderazgo de Pontón consolidado, lo que animó al voto útil a su proyecto, pescando del granero de PSOE, Sumar y Podemos. Y es que aunque los socialistas, añade, comenzaron bien la campaña al intentar reactivar la ilusión por el cambio de la mano de un candidato recién estrenado y que tuvo poco tiempo para dar a conocer su alternativa de gobierno, fueron “de más a menos”. “Agitaron la precampaña con los pélets, pero al final no fueron capaces de hacerse ver como la alternativa”, concluye.

Tal y como ha quedado de manifiesto en la de este 18-F, las campañas sí importan. “Y cada vez más. Ya no son como hace 20 años. Con la polarización en dos partidos, los restos de votos son determinantes. Antes los partidos hacían campañas para contentar y animar a los suyos; ahora cada vez que hay elecciones se mide todo”, sentencia Varela.

Dos víctimas y el peligro de erigirse en líder del cambio

Dos han sido las “víctimas de campaña polarizada” este 18-F. El PSdeG, que estrenaba candidato en esta cita con las urnas y partía con expectativas de convertirse en segunda fuerza ene l Parlamento gallego y, en consecuencia, liderar la alternativa a 15 años de Gobierno del PP en Galicia. Pero a medida que avanzaba la campaña, “el nivel de apoyos bajaba hasta que se desfondó completamente”, apunta Fernando Martínez. De hecho, en las propias filas socialistas se fue desvaneciendo esa ilusión de cambio de la mano de José Ramón Gómez Besteiro y asumieron que de haber un nuevo ejecutivo en la Xunta sería con Ana Pontón al frente. “La campaña —añaden los expertos— no acertó con la agenda, y el candidato llevaba poco tiempo”.

Pero también Sumar, el partido construido por la vicepresidenta del Gobierno, la ferrolana Yolanda Díaz, que en la cita del 23-J consiguió dos escaños por Galicia, es víctima de la campaña polarizada de estas elecciones autonómicas, según apuntan los expertos. El partido que se estrenó este 18-F con Marta Lois como cabeza de cartel y que aspiraba al menos a hacerse con un diputado por A Coruña y otro por Pontevedra, no llegó al 5% de votos necesarios para lograr representación en la Cámara autonómica.

En cuanto al éxito logrado por Ana Pontón, llevando al BNG a su máximo histórico, Elba Maneiro cuestiona cómo se ha lanzado durante la campaña el mensaje de cambio. “Haberse erigido como líder, asumir ese cambio resulta peligroso. ¿Cómo gestionas ahora esas ambiciones eternas de cambio?”, pregunta.