ANÁLISIS | Carrera hacia las elecciones generales del 23-J | Doce desafíos para el nuevo gobierno: Política exterior (2)

El próximo Gobierno deberá consolidar Marruecos, recuperar Argelia y acordar sobre Gibraltar

Además de estos dossieres abiertos, el nuevo Ejecutivo deberá buscar encaje a España en el nuevo orden mundial tras la guerra de Ucrania y el choque con China

El desafío del próximo Gobierno con Marruecos.

El desafío del próximo Gobierno con Marruecos. / Fernando Montecruz

Mario Saavedra

Son tiempos trepidantes para la política internacional. Los responsables de Exteriores deben navegar un mundo cambiado por la guerra de Ucrania y tenso por el roce constante entre Estados Unidos y China. Un momento de incertidumbre geopolítica que recuerda a la caída de la Unión Soviética o a la guerra contra el terrorismo tras el 11S. El próximo Gobierno, salido de las urnas del 23 de julio, debe moverse a tientas en ese contexto, y atender al mismo tiempo los intereses más concretos de la agenda exterior nacional.

España tiene en marcha en estos momentos dos negociaciones abiertas en canal, que deberán cerrarse en los próximos meses o años: la "hoja de ruta" con Marruecos y la negociación sobre el encaje de Gibraltar en la UE tras el Brexit.

En marzo del año pasado, Sánchez dio un giro sobre el Sáhara Occidental y apoyó la posición marroquí de dar autonomía al disputado territorio, pero dentro del Reino. Ahora, él o su sucesor deberán consumar o frenar el acercamiento a Marruecos. Aunque el secretismo es casi total, hay abiertas negociaciones de grupos de trabajo que deben decidir dónde están las aguas españolas y las marroquíes, quién gestiona el espacio aéreo sobre el Sáhara Occidental, qué tipo de productos se dejan pasar en las futuras aduanas de las ciudades autónomas o cómo se coopera en inmigración, entre otros muchos asuntos. 

“Pedro Sánchez ha tenido una política exterior bastante exitosa en general, pero con Marruecos los réditos han sido muy magros, más allá de la cooperación migratoria”, opina para este diario Nacho Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano. “Si sigue, deberá dar sentido a la nueva posición: hacer que se abran las aduanas de Ceuta y Melilla o que se reconozca el estatus de estas dos ciudades”. Si llega el PP, añade, sigue siendo una incógnita si dará marcha atrás y retirará el apoyo al plan autonomista de Mohamed VI. El programa del partido conservador, conocido este martes, se limita a decir que “apoyará los esfuerzos de Naciones Unidas para alcanzar una solución justa, duradera y aceptable para las partes” mientras mantiene "un razonable equilibrio entre Marruecos y Argelia" sin "olvidar nuestras responsabilidades con el pueblo saharaui".

Desde que comenzó la nueva "luna de miel" con Marruecos, el número de migrantes que llegan a España desde el país magrebí ha caído significativamente, en parte por el estricto control que ejerce ahora la policía del país. Las entradas por mar han bajado un 40% (un 60% en el caso particular de la ruta atlántica hacia Canarias) y las terrestres hacia Ceuta y Melilla, en un 80% Sin embargo, la ruta de Argelia hacia las Baleares ha subido en un porcentaje similar (un 50%). El próximo ejecutivo deberá calibrar en términos de impacto migratorio cualquier cambio en las relaciones bilaterales. Marruecos "lanzó" contra la frontera española cerca de 10.000 inmigrantes en un día en pleno choque diplomático en 2021.

Argelia y Gibraltar

El acercamiento a Marruecos ha alienado a Argelia, que ha lanzado un bloqueo comercial ilegal contra España, con un coste de cerca de 1.400 millones de euros en exportaciones españolas. La Unión Europea podría aplicar dos puntos del acuerdo bilateral de comercio para presionar a Argel, pero el Gobierno español actual prima de momento la vía de la negociación, según fuentes diplomáticas. “La parte argelina ha manifestado que espera al cambio de Gobierno en España, y eso puede significar un giro en las políticas o un cambio en las personas”, asegura Eduard Soler, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Otra de las carpetas abiertas es la del estatus de Gibraltar tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea. La colonia británica lleva dos años viviendo una situación temporal en la que permite el tránsito de personas y mercancías a través de la Verja sin demasiados controles. Casi como si nada hubiera cambiado. Pero esa situación, reconocen todas las partes, no puede seguir indefinidamente. Desde luego, no otros cuatro años. En algún momento alguien tendrá que tomar una decisión. O se entorna la Verja y se empiezan a aplicar controles estrictos como si el Peñón perteneciera a un tercer país (lo que implica colas de entrada y salida para las 15.000 personas que van de un lado a otro cada día). O se consuma el acuerdo que se lleva dos años negociando para derribarla o, al menos, crear una “zona de prosperidad compartida” con la región gaditana de Campo de Gibraltar. Es un dosier diplomático duro. El PP a principios de siglo intentó solucionarlo con el concepto de “soberanía compartida” entre España y Reino Unido, sin éxito. Luego el PSOE de Zapatero probó el “foro tripartito”, conversaciones directas con Gibraltar y Reino Unido, también en vano. Y ahora el Gobierno de Sánchez se suma a las negociaciones directas entre Reino Unido y la Unión Europea, infructuosas tras 14 rondas por diferencias en el estatus del aeropuerto, de la base militar. los controles de fronteras y los asuntos fiscales, entre otros muchos.

El Sahel y el choque EEUU-China

En los mentideros políticos y diplomáticos preocupa mucho la inestabilidad en el Sahel, la zona subsahariana de Malí, Burkina Faso y Níger. Allí se están haciendo fuertes grupos terroristas vinculados a Al Qaeda y Estado Islámico. Los mercenarios rusos de Wagner aprovechan para vender sus servicios en la zona, lo que añade sal a la herida. La desconfianza es tal que Naciones Unidas ha decidido poner fin a la misión de sus cascos azules en la zona, la MINUSMA. El Gobierno de Sánchez consiguió que en la cumbre de la OTAN se añadiera la seguridad en la zona como una de los objetivos de los aliados. Si ese “flanco sur” de la Alianza explota, se prevén oleadas migratorias, narcotráfico y un problema creciente de yihadismo. 

España deberá encontrar también su equilibrio respecto al choque de trenes que se prevé entre China y Estados Unidos. Hay fuentes militares españolas que dicen, en privado, temer que el mundo se encamine a una conflagración en el estrecho de Taiwán, a más sanciones comerciales mutuas y a una suerte de nueva Guerra Fría, si Washington y Pekín no terminan de entenderse. La unidad de la UE es clave, especialmente al existir países como Hungría mucho más cercanos a los intereses del Partido Comunista Chino. En este sentido, España (que preside el Consejo de la UE este semestre) defiende e impulsa la reforma del sistema de votación dentro de la Unión Europea para que no haga falta unanimidad.

Posicionamiento sobre Ucrania a largo plazo

España tendrá que dar forma a finales de año a un posible inicio de candidatura de adhesión de Ucrania a la Unión Europea. “Hasta ahora, la unidad sobre Ucrania en la UE ha sido relativamente sencilla, pero puede que en el corto plazo surjan desavenencias en función del desarrollo de la guerra o de si la contraofensiva ucraniana no progresa”, opina Molina. 

Y luego está la incógnita del factor Vox en el Gobierno. El resto de partidos ya han sido probados en política exterior. Podemos se resistió al comienzo al apoyo a Ucrania, pero cedió. Criticó el giro sobre el Sáhara, pero no llegó la sangre al río. ¿Y el partido de ultraderecha? “En Vox hay un grupo de una derecha muy atlantista, como el eurodiputado Herman Terstch; luego, otra línea más alineada con los húngaros. ¿Cerrarían filas con Ucrania, como Giorgia Meloni en Italia?”, se pregunta Molina. “No descarto que se impongan otras líneas, como la de Jorge Buxadé, más revisionista y crítico con la UE y pro Víktor Orban [líder húngaro]”. 

En todo caso, en política exterior hay varios amortiguadores ante cambios drásticos, opina Eduard Soler. España, como país, no puede cambiar radicalmente sus posiciones, porque tiene compromisos adquiridos y forma parte de organizaciones con las que tiene obligaciones: UE y OTAN, o las convenciones normativas multilaterales. La segunda restricción es la geográfica. España siempre estará vinculada a la “vecindad sur” o a Latinoamérica, y eso deberá ser una prioridad. Por último, hay un cuerpo diplomático consolidado, 1.000 funcionarios de carrera y unos 5.000 de distintos ministerios en el Exterior que, si bien no marcan las políticas, las influyen decididamente.