Carles Puigdemont y Oriol Junqueras competirán por segunda vez en unas elecciones, en las que aspiran a lograr un escaño en la Eurocámara para internacionalizar la causa soberanista.

Ambos se ha convertido en iconos dentro del independentismo, pero sus relaciones personales y también políticas distan de ser fluidas.

Jamás llegaron a empatizar en el año y diez meses que compartieron gobierno, las desconfianzas mutuas marcaron esa legislatura y condicionaron la gestión que se hizo del 1-O, y ahora siguen sin coordinar una estrategia unitaria hacia la independencia.

El reto de la unidad es precisamente uno de los motivos de fricción entre sus respectivas siglas: las apelaciones de JxCat a configurar listas unitarias en cada cita con las urnas „Puigdemont se ofreció a ir de número dos de Junqueras a las europeas„ caen sistemáticamente en saco roto por la negativa de ERC a diluir su perfil ideológico en un solo frente electoral al lado de los herederos del espacio político de la antigua Convergència.

Persiste una pugna indisimulada entre ambos por la hegemonía dentro del independentismo, un pulso que en las elecciones catalanas del 21 de diciembre de 2017 ganó contra pronóstico Puigdemont, que remontó los sondeos con el anzuelo de su prometido retorno si podía ser investido de nuevo president.

Fue un golpe que a duras penas pudo digerir ERC, que desde entonces ha sostenido un discurso más pragmático y distanciado de la línea de confrontación con el Estado abanderada a menudo por JxCat.

Episodios como la fallida investidura a distancia de Puigdemont „el presidente del Parlament, el republicano Roger Torrent, se negó a desoír las advertencias de los tribunales y se ganó las iras de JxCat„ o la suspensión de los diputados presos o "exiliados" „que ERC acató de facto para que Oriol Junqueras y Raül Romeva pudieran delegar su voto„ han tensado las relaciones entre socios de Govern.

Entre el primer duelo electoral entre Puigdemont y Junqueras, en 2017, y el que librarán el 26-M como cabezas de lista de JxCat y ERC al Parlamento Europeo, ha ocurrido un hecho sin precedentes.

El pasado 28 de abril, ERC rentabilizó su giro moderado y se alzó por primera vez con la victoria en unas generales en Cataluña „conquistando los feudos en los que arrasó la CiU de Josep Antoni Duran Lleida en los comicios de 2011„, mientras que JxCat obtuvo menos de la mitad de sus escaños y votos.

Pero las europeas son un escenario distinto; de entrada el nombre de Puigdemont „tras tumbar en los tribunales el veto a su candidatura impuesto inicialmente por la Junta Electoral Central (JEC)„ vuelve a figurar arriba del todo de una papeleta, y ese argumento le basta a JxCat para confiar en una sorpresa.

Puigdemont „que para desesperación de un sector de su partido ha prescindido del PNV como socio de coalición para las europeas„ ha fichado como número dos de la lista a Antoni Comín, exconseller huido a Bélgica y que era próximo a ERC, y la también exconsellera Clara Ponsatí, una de las voces menos contemporizadoras del independentismo, ocupa el tercer puesto de la candidatura.

Junqueras, que sí encabeza una lista de coalición con EH Bildu y el BNG, busca consolidar a ERC como fuerza de referencia del soberanismo y ocupar la centralidad en la que, en otro contexto, supo acomodarse en su día la antigua Convergència.

Esa superioridad electoral de Convergència sobre ERC empezó a resquebrajarse precisamente en las anteriores europeas, en 2014, cuando los republicanos lograron su primera victoria en Cataluña.