Poco tienen que ver las elecciones municipales que viví, con las actuales. Aunque no haya pasado ni una década, los cambios en la forma de hacer política son abismales: antes primaba el discurso ideológico, la coherencia y la seriedad, ahora el populismo y el chascarrillo ¡Era impensable presentarse a las elecciones de paracaidista o con discursos llenos de buenas palabras pero vacíos de contenido, como ocurre en la actualidad!Mi candidatura a la Alcaldía fue trabajada durante los tres años previos a las elecciones del 2011; pateando la calle, reuniéndome con el tejido asociativo, visitando barrios... para conocer las necesidades reales de la ciudadanía y resolverlas con propuestas pragmáticas que respondían a las necesidades de la gente desde un prisma ecologista y de izquierdas. Para una fuerza como Esquerda Unida-Os Verdes, que nunca había obtenido representación en María Pita y que en Galicia tenía poca implantación, la campaña fue muy dura. Basta decir que conseguimos el hito histórico de obtener representación municipal con un presupuesto de campaña de 3.000 euros. Sí, has leído bien, lo que ahora casi se gasta en organizar un mitin. Aunque participó la afiliación, fuimos media docena los que nos dedicamos en cuerpo y alma. Personalmente adelgacé diez kilos. Terminaba a las dos de la mañana de pegar carteles (sí, yo también pegaba carteles como los demás) y de colgar en puentes y farolas los banderines que nosotros mismos fabricábamos. A las siete ya estaba en pie para preparar previsiones, comunicados, organizar la jornada, preparar el discurso del mitin, asamblea o reunión sectorial... porque sí, también hacía las funciones propias de un jefe de gabinete. De 11.00 a 15.00 ya estábamos haciendo entrega de pasquines en el barrio en el que al atardecer íbamos a celebrar la asamblea, donde la gente no iba sólo a escuchar sino que participaba activamente. Por la tarde mantenía una reunión sectorial y otro reparto de dípticos antes de la asamblea de barrio o mitin central y vuelta a empezar. Al final, el esfuerzo de años fue recompensado, aunque lo difícil vino después: cuatro años de dura, constructiva y coherente oposición, con un sólo concejal y sin dedicación exclusiva, a la que renuncié para seguir en mi trabajo, jornadas de quince horas... La actividad institucional, por no hablar del coste emocional y familiar, pues apenas pude dedicar tiempo a mi mujer y a mis hijos, acabó con mi salud, que afortunadamente he recuperado.