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Camaradas que matan

El hijo del líder del PC en Galicia en la clandestinidad, el asturiano Víctor García, descubrió hace un año las investigaciones que apuntan a los compañeros de partido como los autores del asesinato

Camaradas que matan

"Por fin lo cazamos. Este canalla se nos resistía como una sanguijuela. Logramos cazarlo en la comarca de Lalín. Desde allí (?) movía los hilos de ciertos grupos aventureros y descontrolados. Es un provocador que nos dio muchos disgustos y, aunque tarde, lo hemos eliminado". La carta fechada el 23 de abril de 1948 revela el final del metalúrgico asturiano Víctor García García, alias El Brasileño, asesinado en la clandestinidad por sus compañeros del Partido Comunista. Los mismos que le habían encargado en 1942 reorganizar el PC en Galicia y el norte de Portugal. Un enlace del partido comunicó su muerte, pero no la autoría, a su mujer, afincada en Vigo con su hijo Víctor, de 6 años. Fue él quien hace apenas un año se enteró de las circunstancias en las que había sido ejecutado su padre. No fue en un tiroteo con la Guardia Civil, como él y su madre habían creído. "El comité central del PC, asentado en Francia y comandado por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo, decidió asesinarlo", sentencia.

Medio sepultado por tierra y ramas y mordido por las alimañas, su cadáver fue encontrado al cabo de unos días por un vecino en un bosque. Tenía un disparo en la cabeza. Víctor García fue enterrado en el cementerio de la aldea de Moalde (Silleda), al pie de una ventana de la iglesia.

Hasta hace un año, sólo algunos vecinos de la localidad pontevedresa e historiadores locales conocían el lugar donde yacían los restos del líder del PC en Galicia y quiénes habían dado la orden de ejecución. A más de 400 kilómetros, en la década de los cincuenta Asturias y años más tarde en el País Vasco, su mujer y su hijo velaban su cuerpo en silencio. Su sospecha no se confirmaría con el paso de los años. Víctor García García no había sido paseado por el régimen de Franco.

Según investigaciones del alemán Hartmut Heine y de historiadores gallegos como Alberto Maceira o Lupe Martínez, el reorganizador del PC en Galicia y el norte de Portugal fue condenado por la propia organización comunista, acusado de "infiltrado" y de "estar en contacto con los servicios aliados en la red de evacuación de pilotos derribados en el frente europeo" y que, desde Francia, cruzaban por Galicia hacia Portugal.

Algunas fuentes señalan al guerrillero Marcelino Rodríguez Fernández, Marrofer, como responsable de la muerte de Víctor García y de su lugarteniente, Teófilo Fernández. Las investigaciones dan por hecho que el nuevo comité regional del PC, en la que José Gómez Gayoso relevó a El Brasileño, estaba al tanto de la eliminación de ambos.

Víctor descubrió hace menos de un año el lugar donde fue enterrado su padre y quiénes dieron la orden "liquidarlo política y físicamente". Su mujer murió sin poder rescatar del olvido la historia de El Brasileño. Desde hace tres meses, una lápida identifica la tumba que durante seis décadas buscó su hijo, Víctor García Fernández, ex jefe de Cirugía del hospital de Cruces (Barakaldo) y profesor de Patología Quirúrgica de la Universidad del País Vasco. "Fue su único homenaje", lamenta.

Una herida cicatrizó al encontrar el lugar dónde esos viejos huesos clamaban memoria y libertad. La otra nunca lo hará. "No fue asesinado en un tiroteo con la Guardia Civil, como siempre habíamos creído mi madre y yo, sino que el comité central del PC, asentado en Francia y comandado por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo, juzgó que la labor realizada por mi padre al frente del partido en Galicia no coincidía con sus proyectos y decidieron asesinarlo. Y los asesinos enviados por el partido lo lograron en el año 1948", relata Víctor, afincado en Orión (Cantabria).

En la clandestinidad

Nacido en la localidad asturiana de Muriello, Víctor García García emigró de niño con sus padres y sus dos hermanos a Brasil. Durante su estancia en el país que le dio el alias de El Brasileño estudió contabilidad y se afilió al Partido Comunista. En 1934, regresó a España y participó en la Revolución de Octubre. Su lucha revolucionaria lo llevó preso a la cárcel Modelo (Madrid) y al el penal de Dueso (Santoña). En la Guerra Civil, luchó en el Frente Norte como comisario de brigada en un batallón de las Brigadas Internacionales. Fue miembro del Comité Central del PC de Asturias y de la Internacional Socialista.

"Finalizada la guerra, no buscó la protección del exilio en La Habana, Moscú o París, como hizo Santiago Carrillo, sino que siguió en la lucha por los ideales perdidos y, sin solución de continuidad, se incorporó a la clandestinidad. Se estableció en el norte de Portugal y Galicia reorganizando el PC de esas tierras, que había sido totalmente desarbolado por el régimen. Contribuyó a crear una guerrilla con 947 luchadores en pos del restablecimiento de la República vencida", relata su hijo.

Terminada la Guerra Civil, el primer Comité del PC en Galicia se estableció en las minas de Fontao, en la comarca pontevedresa del Deza, con el objetivo de reorganizar el partido a través de los militantes que eran trasladados de prisión a campos de trabajo. Según relata su hijo, la dirección del Partido Comunista lo envió a Galicia para organizar la guerrilla gallega y la del norte de Portugal. "La cuestión idiomática tuvo su importancia para que el partido lo enviase ahí", comenta Víctor en referencia a los años que su padre estuvo emigrado en Brasil.

Según una investigación de Alberto Maceira, historiador de la comarca del Deza, Víctor García García creó en los años 1942-1943 el Comité Regional del Partido Comunista, en las minas de Brea, en la localidad pontevedresa de Fontao. Fue el inicio de la reorganización del movimiento guerrillero con sabotajes para conseguir financiación para el PC.

En junio 1944, Víctor García trasladó el Comité Regional del Partido Comunista de Fontao a Vigo. Es entonces cuando su mujer y su hijo abandonan Sama de Langreo, en Asturias, y se asientan en "en una casita pequeña protegida por un bosque" en el barrio del Calvario, según recuerda Víctor, que entonces tenía dos años.

Pero la dirección del PC en Madrid decide cesarlo en su cargo al frente del partido en Galicia y le ordena unirse a los guerrilleros. La negativa de El Brasileño, que reclama su continuidad en la organización del Partido Comunista, acaba provocando su expulsión del PC. La represión interna de su propio partido, según investigaciones del historiador Hartmut Heine, le lleva a esconderse en Bandeira (Pontevedra).

Aunque los guerrilleros de la comarca tenían orden del nuevo secretario del Comité Regional de PC en Galicia, José Gómez Gayoso, de acabar con la vida de El Brasileño, esperaron a la decisión del Comité Central de Madrid. En abril de 1948, apareció muerto de un tiro en la cabeza.

"Mi padre quería hacer de mí un pequeño comunista. Me enseñaba los cantares de la joven guardia y el himno de la Marsellesa", recuerda Víctor García Fernández. Durante sus cuatro años en el barrio vigués del Calvario -de los dos a los seis- sufrió la "soledad" de la clandestinidad. "Él llegaba de manera esporádica. Pasaba dos o tres días con nosotros y volvía a marcharse. Mi madre trabajaba de sirviente y también salía a vender jabón por las calles de Vigo. Ella fue una heroína", relata el hijo de El Brasileño.

Víctor no se relacionaba con los otros niños del barrio. "Al estar en la clandestinidad, mi padre tenía miedo a que me preguntasen por él -añade- y comentase algo que levantase sospechas". Pero pronto tuvo un nuevo compañero: "Una noche que llegó mi padre, fue a mi cama a llevarme un regalo. Me llevé un susto mortífero cuando me dejó sobre la cama un puerco espín. Ese puerco espín fue mi amigo, hasta que un día se escapó".

Sus peores temores se hicieron realidad. En abril de 1948, un enlace del PC informó a su madre de la muerte de El Brasileño de un tiro. "Nunca supo quién lo había matado. Siempre pensó que había sido la Guardia Civil en un enfrentamiento", relata su hijo.

Pero hace apenas un año, tras contactar con el equipo de investigación de las tres universidades gallegas sobre la Guerra Civil, Víctor conoció no sólo el lugar en el que está enterrado su padre sino también quiénes ordenaron su ejecución. El pasado 4 de mayo envió una carta al secretario general del PC, Francisco Frutos, informándole de las investigaciones sobre el asesinato de su padre. No hubo respuesta.

En su próxima visita a la tumba de su padre, prevista para el próximo fin de semana, Víctor le contará lo ocurrido en los últimos meses, tal y como hizo cuando el pasado mayo la familia colocó una lápida en el lugar donde yacen sus restos desde hace más de 60 años. "Allí seguirán, en la tierra por la que mi padre dio la vida", concluye.

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