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Escritor

Antón Castro: "El fútbol es como un cuento, te aproxima al arte de contar la vida"

"Torrente Ballester comía sin cesar bolitas de bacalao; yo estaba acojonado, y me dijo: ´coma conmigo y pregunte hasta que se canse"

–Un gallego convertido en agitador cultural de Aragón.

–¿Por qué estoy aquí? Me fui de Galicia con 19 años, después de estudiar electrónica en la Universidad Laboral de A Coruña. Me inquietaba mucho tener que hacer el servicio militar y en un viaje de estudios a Zaragoza conocí una comuna de objetores de conciencia y me vine. Trabajé en un montón de cosas: primero, en la vendimia; luego, pegando carteles, en derribos, de camarero de bingo, de cajero de bingo... Y, mientras, iba escribiendo. En un momento dado, me dije: ´voy a darme una oportunidad´. Dejé el bingo y tuve la suerte de que me contrataran en El Día de Aragón —llegué a dirigir su sección de cultura y el suplemento de libros— y, a partir de ahí, mi vida cambió radicalmente.

–De la electrónica pasó a la literatura.

–La verdad, nunca ejercí la electrónica, me daba miedo la corriente, e hice un curso de humanidades que fue para mi una revelación.

–Ha publicado numerosos libros, escribe en El Heraldo de Aragón, tiene un programa de televisión, organiza exposiciones...

–Sí, trabajo mucho; me apasiono con muchas cosas, hasta he escrito un libro institucional de Aragón de más de 400 páginas. Aquí me han tratado muy bien y yo me he volcado totalmente: conocí a todos los escritores, a todos los artistas...

–Acaban de darle el Nobel a Vargas Llosa, ¿va a escribir algo?

–Voy a contar su vinculación con Aragón. Él venía a Calaceite, un refugio de artistas donde vivió José Donoso. No estoy de acuerdo con su ideología pero me parece un escritor prodigioso. Lo que más me gusta es la curiosidad que siente por todo lo humano. Me sorprende su codicia de conocimiento permanente. Disfruté mucho con La ciudad y los perros pero La fiesta del Chivo es un grandísimo libro.

–Ha traducido libros del gallego y del portugués: Miguel Torga, Saramago, Manuel Rivas...

– ... Y poemas de Pepe Cáccamo. Siempre seguí muy de cerca todo lo que pasa en Galicia.

–De lo que pasa en todas partes, no hay más que leer sus blogs.

–Tengo tres blogs pero dos de ellos casi no los alimento, entre otras cosas porque fui el comisario de la exposición de los 75 años del Real Zaragoza; me llamaron porque también me apasiona el fútbol.

–Y el ciclismo, motivo, además, de su próximo libro.

–El ciclismo está muy ligado a mi infancia. Mi padre iba desde la aldea a trabajar en bicicleta y a mi nunca me compró una.

–¿Cuántas tiene ahora?

–Bastantes. Las de mis cinco hijos, la de mi mujer, la mía... siete. Dicen que soy un escritor bastante fantástico pero a mi me gusta la realidad y de mi pasión por la bicicleta y mis largos paseos en bici salió ese libro. Cuento, por ejemplo, la luna de miel de Pierre y Marie Curie, que recorrieron toda Francia en bicicleta durante un mes. O Nico, la cantante de la Velvet Underground, que se murió en Ibiza al caer desplomada de una bicicleta. O cómo el escritor uruguayo Horacio Quiroga dice en sus memorias que fue a París en 1900, a la Exposición Universal, para conocer la bicicleta. Pero lo más bonito es mi infancia, siempre montado en bicicletas prestadas. Entonces ya debía de apuntar mi vocación periodística porque imitaba las crónicas radiofónicas: "... y José Luis Abelleira corona el puerto tal..."

–¿Se pueden alcanzar las marcas que hacen los ciclistas profesionales sin doparse?

–Al final, parece que todo el mundo se dopa. No creo que haya un deporte tan perseguido —y tan indiscreto— como el ciclismo. Porque lo de Contador es una tontada, una especie de indiscreción innecesaria que lo único que va a hacer es perjudicar al hombre. Esta demonización de los ciclistas es absurda, no le pasa a ningún otro deportista.

–Los domadores del balón, su diario de los mundiales; Vivir del aire, sus lugares...

–Desde que empecé en prensa, escribo cuando hay Mundiales, me sirve para verme de otra manera como escritor. Y es otra manera de ver el fútbol. El fútbol es como un cuento y mis textos son análisis pero a la vez recreación y vocación —de niño fui entrenador de fútbol y masajista del Penouqueira, el equipo donde jugó Arsenio [Iglesias]—. El fútbol para mi es algo que te aproxima al arte de contar la vida. Soy un contador de historias y todo lo que encuentro a mi paso me sirve para contarme y para contarme a los demás. Y Vivir del aire es un poemario de mis lugares: Zaragoza, Garrapinillos, el lugar donde vivo; Teruel, a donde fui siguiendo a mi mujer, médico de profesión; Dublín... Pero todos los lugares me remiten a Galicia. Cuando publiqué El testamento de amor de Patricio Julve, que es un libro sobre el Maestrazgo, me dijeron ´pero Antón, has traído el mar a Aragón´. Y es que siempre me acompaña el trasmundo gallego.

–Es fanático de las entrevistas a escritores y dice tener en un pedestal a Joaquín Soler Serrano.

–Aprovechaba al máximo la hora de entrevista en TVE y dejaba hablar. Se han reeditado ahora y la de Borges es maravillosa. La de Pla, ni te cuento. La de Dalí es espectacular. Pero incluso la de Juan Rulfo, que casi no habla. Y la de Cortázar. Me gustan mucho las entrevistas literarias, las hice durante mucho tiempo en el periódico—y aún las hago, y en televisión— y disfruto muchísimo.

–¿Sus mejores entrevistas?

–¡Uff! Le hice la última entrevista extensa a Labordeta, cuando ya estaba herido de muerte, y resultó especial. Pero una de las más curiosas fue con Torrente Ballester, después de ganar el Premio Planeta. Él comía bolitas de bacalao durante toda la entrevista y yo estaba acojonado, porque tenía fama de antipático. Y me dijo: ´por favor, coma conmigo bolitas de bacalao y pregunte hasta que se canse, que le contestaré a todo´.

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