Los test también alejan la versión de que el ‘Pitanxo’ se hundió por la pérdida de motor

La maqueta, sometida a condiciones similares a las de Terranova, no se fue a pique en el canal hidrodinámico de El Pardo u Refuerza la causa del embarre de la red

Lara Graña

El Pitanxo faenaba fletán en la noche en que se hundió, el 15 de febrero de 2022. Compartía cuota con el Manuel Ángel Nores, de su misma armadora; a ambos les correspondía un 8,76% del cupo total de esta especie para las empresas españolas. Fue en la maniobra de virada del aparejo, pasadas las 04:00 horas UTC, cuando el pesquero escoró drásticamente a babor y ya no pudo recuperar la estabilidad. Se desconoce qué carga llenaba el copo, cuántos metros estaba estirado el cable, cuánto pescado había ya en las bodegas, cómo y de qué forma —como defiende el marinero Samuel Kwesi— embarró el aparejo. Así que la recreación del naufragio, realizada con una maqueta en el Canal de Experiencias Hidrodinámicas de El Pardo (Cehipar) hubo de realizarse bajo muchas incógnitas; no se puede reproducir con exactitud lo que lo se sabe. Lo que sí arrojaron esas pruebas, sin ninguna duda, es que un pesquero no se hunde fácilmente. Porque la miniatura del Pitanxo, sometida a todo tipo de test —emulando las condiciones climáticas de aquella noche en Terranova—, no naufragó. El resultado de este examen aleja la versión del patrón del pesquero, Juan Enrique Padín Costas, de que la catástrofe sobrevino por un fallo súbito y desconocido del motor principal Wärtsilä 9L20.

Además de generar olas, en la enorme piscina se modificaron aspectos de la maqueta para someterla a distintos tipos de condiciones de carga a bordo, arrastre y aberturas en el casco. Pero no se hundió. De acuerdo a Padín, el motor principal se paró sin motivo, con lo que el Villa de Pitanxo se quedó a merced del mal tiempo, acentuando una rápida y fatal escora a babor. Los test del Cehipar, encargados por la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim), no apuntalan esta explicación, de acuerdo a las mismas fuentes. Como ya analizó este periódico no hay ningún precedente documentado de un naufragio por los motivos que expone el capitán, de ese apagón repentino del motor.

Al contrario, los test con la maqueta dirigen las causas del naufragio hacia un factor externo, que en este caso correspondería a una fortísima tensión por popa provocada por el enganche o espichada de las redes en algún elemento del fondo del mar. En sede judicial –el patrón está imputado de 21 presuntos delitos por imprudencia grave, contra los derechos de los trabajadores, falsedad documental y encubrimiento–, el entonces empleado de Pesquerías Nores Marín (ahora jubilado) admitió haber sufrido un embarre esa noche, sobre las 02:00 UTC, tras el que se recuperó sin contratiempos. Ha negado en todo momento que sea cierta la versión de Koufie: que tenía el aparejo prendido, que no quiso modificar la maniobra, que desoyó los gritos de los marineros para que cortara los cables, que pudo haber evitado la catástrofe. Que esa tensión por popa desestabilizó el buque, con una entrada masiva de agua que ahogó el motor mientras el pesquero ya se hundía, y no al revés. Que prefirió intentar salvar la pesca de esa noche a corregir un aladeo que, a la postre, sería el definitivo. La tripulación del pesquero que rescató a los tres únicos supervivientes del Pitanxo, el Playa Menduiña Dos, ha respaldado las explicaciones del marinero afincado en Marín. Fallecieron aquella noche 21 de los 24 tripulantes. Además de Padín y Koufie, llegó sano a tierra el sobrino del primero, Eduardo Rial Padín. En el momento del rescate, solo los dos familiares llevaban puesto el traje térmico de supervivencia.

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