Morat en O Burgo.

Concierto de los colombianos.

Morat es un grupo nuevo que atesora la magia, el talento y la cabeza. Lo forman Juan Pablo Isaza, guitarra y voz, Juan Pablo Villamil, guitarra, bajo y voz, Martín Vargas, percusión y coros, y Simón Vargas, bajo y coros; cuatro colombianos con una edad promedio de 23 años.

Han estado jugando juntos desde la escuela secundaria, por lo que el proceso de prueba y error para principiantes lo han completado de 5 a 20 años. Sus principios musicales no tenían expectativas, ni pretensiones, pero su único objetivo era divertirse, jugar para los amigos. Eso si, siempre con actitud trabajadora, porque les importa hacer las cosas bien.

Ya universitarios, empezaron a exponerse a grabar demos de sus primeras canciones. Confiesan que fueron muy ingenuos y que simplemente querían tener un disco para mostrárselo a la gente en los bares; básicamente para que los dejen jugar. Como premio, consiguió su primer espectáculo en el restaurante vegano de la madre de un amigo. Un pequeño lugar en cuyo patio jugaban entre las mesas, Sus canciones anunciaban ya entonces que tenían el alma vieja; tanto como joven la garganta y el corazón.

Empezaron a componer de una manera muy sincera e inocente, porque para ellos es importante ser artista y disfrutar del detalle: ese acorde que te emociona, esa nota que te emociona. Ahí es donde encuentran la verdadera felicidad que proporciona la composición. Su método de composición fue y es integrar en partes: mezclar las piezas que se le ocurren a cada una. Hay que decir que una gran virtud de Morat es la falta de ego de sus componentes y allí se destacan sus cabezas pensantes, su buen juicio: en lugar de vivir en un continuo duelo de compositores, cada uno saca lo mejor de sí mismo y de los demás. .los aprovechan para seguir sumando. Para ellos nunca es la canción que hice, sino la canción que hicimos; y eso fue lo que les hizo dar el salto.

Contactan a quien sería su productor -Mauricio Rengifo de Cali y la Dandee- y, ya en su primer encuentro, éste les propone que le hagan una canción; ahí mismo, in situ. Van y componen Mi nueva adicción en media hora. Fue la canción más rápida de la historia y, desde el principio, un tema con mucha magia; tanto es así que cambió sus vidas. Mientras estaban grabando la canción, algo les decía que la pista era buena, que iba a funcionar, que estaba llena de talento. En cuanto terminó, Mi nuevo vicio empezó a sonar solo -a través de Internet- en todas las escuelas de Bogotá y la gente lo ponía en las fiestas sin saber quiénes eran sus autores. No pasa nada hasta que Paulina Rubio escucha un encuentro con gente de la discográfica en Miami y allí todo se dispara.

De repente, llega un mensaje al grupo diciendo que Paulina quiere la canción. Dicho y hecho: Morat firma con Universal, consiguiendo también que el artista mexicano les deje grabar la canción con ella. Todo un éxito, seguido del video de la canción con Paulina en Los Ángeles. De repente se desata la locura y el éxito, con récords de visionado en Internet, gente grabando y subiendo portadas.