La voracidad de las privadas da un paso más. Ya tienen TVE sin publicidad y ahora quieren las autonómicas. Luego querrán su audiencia, pero eso sí que no. Es más, visto el panorama, empieza a despuntar una nueva función social de la televisión pública. Hasta ahora se le pedía que ofreciera productos de calidad, ahora hay veces que nos conformamos con que ofrezcan productos mediocres, o incluso malos, pero capaces de robar espectadores a la horrible telebasura de la competencia.

Hace un año que la televisión pública francesa dejó de emitir publicidad en horario de máxima audiencia. Hubo quejas, pero las cosas no le van nada mal. Un ejemplo es la emisión de la ópera Carmen en prime time. Que lo vieran sólo un millón y medio de telespectadores puede parecer un fracaso, pero no lo es. En France Télévisions lo ven así: "Son pocos comparados con los cinco o seis millones de media que tenemos, pero esto supone dos éxitos: por un lado, equivale a cinco años de representaciones de la pieza en una sala, y, por otro, significa que mucha gente que nunca ve ópera la vio esta vez".

Aquí tenemos que añadir la benéfica función de rescate que una televisión pública sin publicidad puede desempeñar ofreciendo 24 horas al día un terreno firme en el que pisar cuando la cenagosa telebasura engulle a los que se aventuran por ella. No hace falta recordar quiénes fueron los invitados de la noche, pero el viernes pasado Sálvame Deluxe y DEC perdieron su habitual hegemonía ante la maleja peli sinpubli de La 1. Valió porque cumplió la función social de rescate de quienes suelen naufragar en Telecinco y Antena 3 la noche de los viernes. Para los más exigentes, La 2 emitió la ópera Muerte en Venecia. La vieron 100.000 espectadores, ¿es poco? Una semana después, mire la programación de hoy y saque sus propias conclusiones.