El guionista Andy Siara recibió todos los parabienes con Palm Springs, seguramente la mejor comedia romántica de los últimos años, espléndida revisión de Atrapado en el tiempo con dos personajes (y no solo un solitario Bill Murray) en lidia con las complicaciones de estar encerrados en un bucle eterno.

Lo mejor que puede decirse de El resort, serie de su creación, es que sigue los parámetros de aquella película revelación: Siara sigue empeñado en reivindicar las esencias de la comedia romántica y, a la vez, complicar y enrarecer dicho género de la mejor manera, sacudiendo el modelo con inesperadas ráfagas de oscuridad o inyecciones de ciencia ficción. Estamos ante un raro caso de comedia actual visualmente interesante, algo que ahora debemos agradecer no a Max Barbakow sino a otro director, Ben Sinclair.

Y de nuevo como en Palm Springs, la protagonista femenina es la gran Cristin Milioti, que tras revelarse como la madre de Cómo conocí a vuestra madre ha ido contribuyendo a algunos grandes hitos de las series reciente, como el inolvidable Muerte silenciosa y oscura de Mythic Quest. Milioti vuelve a mostrar igual capacidad para el momento bobalicón y para el golpe emocional, habilidades compartidas con su partenaire William Jackson Harper, que lo mismo borda a un nerd indeciso en The good place que desborda serena nobleza en El ferrocarril subterráneo. Esta pareja estelar se marca una lección de química como Emma y Noah, matrimonio en horas dudosas que celebra (es un decir) su décimo aniversario escapándose a un resort de la Riviera Maya, uno tan lujoso como los vistos en The White Lotus, pero, para bien o para mal, con todavía más elementos misteriosos en su interior y sus alrededores. Después de que un accidente de quad la haga topar con un Motorola Razr de los dosmil, Emma se propone resolver, con tibia ayuda de su marido, la doble desaparición que tuvo lugar en un resort cercano quince años atrás.

Observamos así en paralelo la no poco encantadora historia de amor del apocado Sam, cuyos padres están encarnados por los grandes Dylan y Becky Ann Baker, y la mucho más aguerrida Violet, cuyo padre viudo está encarnado por el siempre fiable Nick Offerman. El resort se presenta como pura comedia para revelarse más pronto que tarde como experimento con los tonos y géneros.

Conforme avanza la acción, a Siara le interesa menos la comedia que una intriga de múltiples hilos y capas, retorcida e inquietante, en la que caben un imperio multidisciplinar expandido por la península de Yucatán, dientes caídos, recuerdos escurridos, iguanas decapitadas o la visión de un meteoro en camino hacia nosotros. Como director, Ben Sinclair sabe cubrir todo de un aura mágica y, como decíamos al principio, buscar soluciones visuales ingeniosas para lo que otros directores de comedia habrían rodado de cualquier manera. La pantalla de un móvil se puede convertir en proyector de cine para mostrar con impacto estético el espionaje de Emma. O la pantalla partida servir para crear un diálogo imposible entre tiempos. Mención aparte merece la bella fotografía, cálida y a menudo alucinada, del portorriqueño Santiago Benet Mari.