Existe el tópico de que (casi) todas las películas navideñas tienen la misma fórmula, y que solo hay que seguirla para hacer una, como mínimo, eficaz. Sin embargo, hay al menos dos razones que tumban ese argumento. Una es que pasa el tiempo y las listas de clásicos navideños no son muy distintas de las de, pongamos, hace diez años. La otra es la prevalencia de dos películas que cumplen 20 años: Love actually y Elf.

A simple vista se parecen como un huevo a una castaña. Love actually, debut del entonces guionista Richard Curtis (había escrito Notting Hill y El diario de Bridget Jones), sigue el patrón de las películas de vidas cruzadas para contar varias historias de amor y desamor en Londres en Navidad. En la otra, Jon Favreau, que entonces era más conocido como actor, explicaba la historia de un elfo gigante que se perdía en Nueva York durante las fiestas.

Una es una comedia romántica con un reparto abrumador: Hugh Grant, Emma Thompson, Keira Knightley, Colin Firth… La otra es una comedia familiar inspirada en el universo visual de la productora de stop-motion Rankin/Bass, especialmente en Rudolph the Red-Nosed Reindeer (1964), con el cómico Will Ferrell en la piel del elfo titular y única e inclasificable aún a día de hoy. Y, sin embargo, están unidas por un montón de cosas. La primera, que son filmes que huyen del cinismo y la ironía, algo que las hace muy exóticas a ojos del presente. Tanto Curtis como Favreau parecían tener clarísimo que querían hacer cintas navideñas puras, sin infravalorar el subgénero. El corazón de ambas películas son el afecto, las personas y la magia. Ingredientes de clásicos como ¡Qué bello es vivir! (1946), Miracle on 34th Street (1947) o Solo en casa (1990).

Love actually está obsoleta en algunos sentidos, tanto como miles de películas de su época. Eso no la redime. Pero tampoco hay que cebarse. Hay que ser conscientes de sus errores, pero también poner en valor lo que la hace imbatible como clásico navideño: energía contagiosa, el carisma de los actores, escenas tremendamente icónicas y el placer de guiones y interpretaciones. Nacida del entusiasmo de un grupo de novatos (o casi), rodada con menos dinero del necesario y con imágenes apasionantes de cómo se hizo, Elf es la cinta navideña perfecta. Es original, graciosa, tierna, llena de escenas y gags divertidísimos, muy bonita visualmente y tiene una de las mejores interpretaciones de Will Ferrell.