Tras cinco años de trabajo, interrumpidos por la pandemia el veterano montador Alejandro Enríquez estrena su opera prima, Rapa, un documental -—que además de dirigir, produce-- que explora lo que hay detrás de la Rapa das bestas de Sabucedo, una comunidad unida por su amor a los caballos y al monte, que “lucha por mantener su identidad”.

En sus dos horas de duración, Rapa contrapone las dos caras de la rapa -—declarada fiesta de Interés Turístico Nacional e Internacional—: la mediática y multitudinaria, con más de 10.000 personas acudiendo al curro, frente a la menos conocida y atractiva: el ingente trabajo llevado a cabo durante todo el año por apenas unas decenas de personas.

Más allá de la tradición, marcada por la lucha cuerpo a cuerpo que mantienen los aloitadores con las bestas para cortarles las crines y desparasitarlos, la pequeña aldea de Sabucedo (Pontevedra) se convierte durante un fin de semana de julio en una romería, con verbena y miles de personas de acampada.

Para que esto pueda ocurrir, grupos de vecinos de la aldea y de alrededores, así como foráneos atraídos por la Rapa -—como el propio Enríquez— se dedican durante el resto del año a vigilar y controlar el estado de los caballos salvajes. “Lo que yo siempre tuve claro, desde el principio, era representar esa parte de la comunidad, a los vecinos de Sabucedo; que para mí era una película de personajes. No iba a haber nunca una voz en off. Estoy dirigiendo desde un punto de vista en el que no quiero que se note que estoy allí. Esa cosa de transparencia y que solo son ellos y lo que ellos hablan y lo que dicen. Quiero que la gente sienta lo que yo siento cuando voy allí“, dice.