Me pregunto si no será más correcto decir "estoy Millás" que "soy Millás". Y quien dice Millás dice Gutiérrez o García. Me he puesto a mí mismo como ejemplo para no ofender, pues mucha gente cree a pies juntillas en la esencia de las cosas y por lo tanto en su propia esencia. Yo no fui Millás antes de nacer y dejaré de serlo cuando muera, quizá antes. Soy Millás, en fin, de un modo harto provisional, de ahí que me parezca más correcto afirmar que "estoy Millás" del mismo modo que decimos "estoy enfermo", "estoy cansado" o "estoy cojo". Me impresionó mucho, cuando estudié la Historia Sagrada, lo que Dios le dijo a Moisés de sí mismo: "Yo soy el que soy". En el caso de Dios se entiende. La imagen de la zarza ardiendo de la que sale esa frase inquietante me persigue desde la infancia. No puedo pasar delante de una zarza sin detenerme unos instantes, a ver si arde, y me es revelada una verdad. A veces yo mismo he aplicado la llama del mechero, para colaborar, y les aseguro que impresiona ver cómo arde. Pero no he tenido la suerte de escuchar voces.

"Yo soy el que soy". Eso es lo que diferencia a Dios de los humanos, que somos lo que no somos. Ayer mismo, estaba tomándome el gin tonic de media tarde, cuando en la mesa de al lado alguien afirmó:

-¡Yo soy ingeniero!

Lo decía a propósito de que en la empresa le habían pedido que hiciera un trabajo inferior a su categoría. El hombre estaba muy enfadado. Su interlocutor, en cambio, permanecía tranquilo, dándole la razón, como si su pensamiento se encontrara en otro lugar. Entonces caí en la cuenta. "Este señor", me dije, "no es ingeniero, sino que está ingeniero, aunque no se ha dado cuenta, pobre". Hoy estás ingeniero y mañana estás administrativo, o limpiacristales. Por eso mismo, al contrario de Dios, somos lo que no somos. El señor al que me estoy refiriendo no era ingeniero, estaba ingeniero, a ver si nos vamos aclarando. Lo que se dice ser, no somos nadie. Pero vete tú a decirle a un juez que no es juez, o a un notario que no es notario, con lo duras que son esas oposiciones. Si fueran notarios y jueces de verdad no necesitarían opositar. Dios no oposita porque es. Aunque no está.