Con lo mucho que llevo corrido y pensando en el lugar al que esperaba llegar, la verdad es que tengo la razonable sospecha de que me pasé de largo. Aprendí más cosas de las que de aquí en adelante podré olvidar, mis enemigos han perdido interés en mí y hasta encuentro amena en el periódico la página de las esquelas. En todo este tiempo también me he dado cuenta de que el coche hay que repostarlo pensando en lo lejos que esperas ir y en cuánta gasolina vas a necesitar para la inesperada suerte de volver. También sé desde hace algún tiempo que todo es relativo, que nadie está en posesión de la razón y que cualquier verdad no es otra cosa que una manera distinta de mentir. Un tipo que acababa de salir de prisión me dijo que la cárcel era un lugar en el que un hombre podría sentirse tan libre como en la calle en el caso de que entendiese que la libertad no consiste en otra cosa que en distintas maneras de caminar. Caminando hacia sí mismo, cualquier hombre puede ir tan lejos como quiera. "Amigo mío -me dijo- cuando un hombre cierra los ojos, las limitaciones desaparecen porque acaba no sabiendo cuánto espacio vacío hay a su alrededor. También puede ocurrirle que aunque se encierre a oscuras en una caja blindada, le invada el temor de estar corriendo peligro a la intemperie en un espacio infinito. Incluso a oscuras y en Zamora podría temer que, por culpa de no ver venir tierra adentro el agua, se lo tragase el mar. No importa que sepa que se ha metido dentro de una caja, porque cuando estás a oscuras, muchacho, la pared más cercana no está en ninguna parte aunque la toques con la mano. Pues en eso consiste la sensación de libertad, ¿sabes?; consiste en aceptar que todos tenemos alguna pared que nos limita y que el tipo que corre por la calle en el fondo sabe que tarde o temprano encontrará el final de su carrera y tocará desde dentro con la mano, como si se tratase de una pared, el pecho de su cadáver. Aunque tú no los veas, amigo mío, en realidad incluso el aire está lleno de tabiques". Eso dijo aquel tipo. Era tarde, pagué las copas y le di la razón. Ahora no sé si aquel hombre se tiró un farol por haber leído a oscuras algo de Platón en un almanaque o es que estaba en lo cierto. Ni lo sé, ni me importa. Como te decía, tengo la sensación de haber ido más lejos de donde pensaba llegar. Ahora es cuestión de esperar a que las emociones que están por venir se me presenten sin que a la vez se me eche encima el tiempo. Por lo de pronto he decido adelantar mis pocos compromisos, de modo que ocurra lo que ocurre con las isobaras, a finales de este mes será con seguridad mediados de verano. A fin de cuentas, en modificar la noción del tiempo y del espacio consiste también la libertad. Cualquiera puede perder el rumbo caminando de noche sin luz por un inmenso espacio vacío, pero, ¿qué hombre no se perdió alguna vez en el sitio pequeño de un beso de mujer?

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