Los servicios de inteligencia americanos, que suelen estar bien informados aunque luego en demasiadas ocasiones no utilicen adecuadamente los datos obtenidos, dicen que Gadafi va a ganar, ¡elemental querido Watson! Es evidente que las fuerzas armadas gubernamentales se parecen más al ejército de Pancho Villa que al Afrika Korps del Mariscal Rommel, pero su superioridad sobre los rebeldes en armamento, organización y disciplina es aplastante. Lo están demostrando, contraatacan por tierra, mar y aire, y van recuperando posiciones claves, tanto al Este como al Oeste de Trípoli. De seguir esto así pronto su avance les llevará hasta Bengasi, la capital de la Firenaica, y luego se dedicarán a operaciones de limpieza que darán cumplido remate a la masacre desencadenada por el coronel.

La Unión Europea continúa titubeante aunque parece que Lady Ashton ya encontró Libia en el mapa de África. Sarkozy ha tomado la iniciativa de reconocer al gobierno (¿rebelde?), aprendida la lección tras sus meteduras de pata con respecto a Túnez y Egipto. La OTAN, pese a que concentrará fuerzas navales en las aguas cercanas a la zona del conflicto, no moverá un dedo en tanto no obtenga el plácet de la ONU, por el momento bloqueado en el Consejo de Seguridad por Rusia y China. Los buques de la U.S. Navy, con dos mil marines a bordo preparados para el desembarco, están al pairo en el Mediterráneo Oriental esperando decisiones. Los rebeldes, que hasta hace un par de días no querían saber nada de intervención internacional, claman por el establecimiento de una zona de exclusión aérea que ponga freno a los hombres de Gadafi, aunque insisten en que nada de tropas extranjeras en territorio libio, pero si los gubernamentales continúan en su progresión puede que no pasen otros dos días sin que soliciten apoyo de fuerzas terrestres, sean de donde sean. Así las cosas el estado del conflicto sigue sin visos de solución. La indecisión de la ONU, OTAN y UE (bonita sopa de letras) no hace más que favorecer al coronel Gadafi, que con la pérdida de tiempo gana terreno y control sobre el petróleo del Oriente libio, lo cual, en definitiva, es lo que realmente preocupa a los poderosos.