En la propia Dirección Xeral de Montes, como ellos mismos reconocen, están que no se lo creen. Había fundados temores de que este verano Galicia ardiese por los cuatro costados. Después de una primavera seca y un julio anormalmente húmedo, a la vista de los pronósticos meteorológicos, se temía una plaga de incendios forestales en agosto y parte de setiembre, a poco que el calor y el viento se conjurasen para ponérselo fácil a los incendiarios. Material combustible no faltaba. Por ahora, sin embargo, en pleno periodo de máximo riesgo, salvo casos aislados, la situación es relativamente tranquila. Estamos lejos incluso de los registros del verano pasado por estas mismas fechas. El número y la gravedad de los fuegos es por ahora perfectamente manejable con los efectivos disponibles, que desde luego no son tan amplios como fueron en otros tiempos, por el recorte de gastos que afecta a toda la Xunta. Tampoco ha cundido la alarma social, ni la preocupación ciudadana que generan sucesos como la muerte hace un año de dos brigadistas en Fornelos de Montes. Dicen que la coordinación entre las distintas administraciones está funcionando bastante mejor que otras veces (posiblemente porque casi todas instituciones implicadas, menos el Gobierno central, son ahora del mismo color político). Esa sería una de las claves de la eficacia con que están operando los medios humanos y materiales, con las inevitables excepciones de rigor, que, como siempre, la oposición de turno se encarga de resaltar con unas denuncias que no suelen calar en la opinión pública. Tampoco en esta ocasión se hizo prevención en invierno, por falta de recursos. Eso sí, desde el otoño hubo docenas de detenciones y se difundió la idea de que se estaba reforzando la vigilancia en los bosques, tanto por las fuerzas de orden público como del Ejército, lo cual sin duda contribuyó a disuadir a mucho potenciales incendiarios. Hace bien la Consellería de Medio Rural en no sacar pecho a pesar de lo relativamente bien que van las cosas en la actual campaña contraincendios. Es la actitud propia de políticos responsables. Se agradece la prudencia con que se conducen el conselleiro y el resto de los altos cargos responsables del dispositivo al analizar los datos. También es un acierto por su parte no entrar al trapo de las denuncias, algunas claramente oportunistas, de los sindicatos que dicen representar a los trabajadores que luchan contra las llamas en los montes. Eso sería echar leña al fuego de una polémica inoportuna e imprudente, que solo sirve para dar aliento a los terroristas del monte, y que si no se la alimenta acaba por extinguirse ella sola, como los rescoldos de un incendio convenientemente enfriados. Aunque, de momento, la lucha contra el fuego va bien, en San Caetano se abonan a la prudencia. Queda mucho verano todavía. Hay predicciones a medio plazo que apuntan a que lo más duro puede estar por venir. Por eso desde la Xunta de Feijóo insisten en que la colaboración ciudadana es clave en esta batalla, sobre todo avisando a tiempo de posibles incendios y aportando datos verídicos que permitan poner a disposición de la justicia a los que queman el monte. Es preciso acabar con la complicidad pasiva de los habitantes de zonas afectadas, especialmente en el rural, donde se ha establecido una suerte de ley del silencio, con la que se tropiezan por doquier los investigadores policiales por más empeño que pongan en su tarea. Este verano, hay una cierta sorpresa por que no se haya pillado in fraganti ni detenido aún a ningún operario del sistema contraincendios plantando lumbre. Es casi inevitable. En todos los cestos se cuela más de una manzana podrida, en este caso alguien que llega a la aviesa conclusión de que para conservar su puesto de trabajo tiene que alimentar, con sus propias manos, el problema social que le da de comer. Ese tipo de mezquindad es inseparable de la condición humana.