Como no podía ser de otra forma el primer análisis del cara a cara mantenido entre el candidato socialista (Rubalcaba) y el popular (Rajoy) ha sido cuál de los dos ha ganado. Los medios de comunicación en su mayoría dan como triunfador a Rajoy con una diferencia -más menos- de entre 5 y 10 puntos; lo cual es absolutamente irrelevante, porque lo que interesa al conjunto de los ciudadanos, al conjunto de electores, son las propuestas, su contenido, así como cuándo y de qué forma hay que empezar a aplicarlas para colocar a España en el camino de la recuperación.

Son -precisamente- las medidas expuestas por los candidatos del PSOE y el PP a presidir el gobierno de las Españas después del 20-N las que han marcado la diferencia, y sobre tales cuestiones, unos cuantos medios sobradamente conocidos afines a la derecha (El Mundo, La Razón, ABC o La Gaceta) han obviado premeditada y subrepticiamente que Rubalcaba hizo una exposición detallada de sus propuestas para la salida de la crisis ("retrasar dos años los ajustes del gasto dictado por UE, que el Banco Central Europeo reduzca los tipos de interés, un 'Plan Marshall' europeo de inversiones y transformar el ICO en un instituto financiero, un impuesto a las entidades financieras y a las grandes fortunas") que cogieron a Rajoy en pura pelota picada, más cuando desmontó el programa electoral de los conservadores demostrando que Rajoy ni siquiera se lo había leído.

Los cien minutos de confrontación mostraron un Rajoy a la defensiva, metido en su jaula de cristal y, eso sí, leyendo continuamente las cuartillas que le habían preparado sus asesores; si esto es ser un buen orador ¡venga Dios y lo vea! Con el agravante de que sólo ha esgrimido, apelando a su habitual demagogia, que todos los males habidos y por haber habían ocurrido por la mala gestión del actual gobierno y escaqueándose cuando su contrincante le inquirió sobre si pensaba cambiar el sistema de prestaciones por desempleo, qué reforma laboral tenía pensado hacer o si lo que pretendía era "darle gusto a la CEOE para quitarse de en medio las pymes". Metido contra las cuerdas y al no tener respuestas, su salida del cuadrilátero fue siempre la misma: "Tenemos un plan para controlar el gasto público. Nos jugamos nuestra financiación y el precio de la financiación. Si las administraciones son austeras el crédito podrá fluir. Fijar responsabilidades a los gestores que gasten más de lo que pueden...", y como culminación del mensaje negar la privatización -solapada- de la sanidad y la educación, pilares básicos del Estado de Derecho y la democracia ¿Qué más inconcreciones y vaguedades se pueden pedir? Si Rajoy ocupa esa vivienda de protección oficial, la Moncloa, con su libro de recetas de parrillada choricera, ganará pero no convencerá.

El debate fue oportuno y necesario y dos avezados políticos se enfrentaron en un duelo en el que se pudo ver un Rubalcaba exponiendo y un Rajoy leyendo. Un Rubalcaba incisivo, mirando a los ojos de su rival y dirigiéndose a la cámara con la determinación y soltura de un hábil orador y un Rajoy inexpresivo, fijando la mirada en sus papeles y esquivando la de su contrincante, hierático, a veces desdeñoso, altivo y distante. La campaña continúa y la decisión final la dictarán las urnas, y aunque las encuestas den un vencedor, lo más importante es combatir la abstención acudiendo masivamente a las urnas.