Hoy es el último día de 2011. Un año contundente que, desde mi punto de vista, no va a pasar desapercibido en general. Por supuesto que la visión personal de cada uno -tantas como personas- dependerá de cómo hayamos sido tratados por estos últimos trescientos sesenta y cinco días. Pero nadie negará que, en conjunto, este 2011 que hoy termina ha sido un año cargado de noticias y matices. Muchos.

Noticias en el ámbito mundial, en el europeo, en el nacional y, también en nuestro entorno más cercano. Algunas buenas y otras malas. Noticias para todos los gustos que, a modo de despedida, contribuirán a dejar la secuela de este año que se va. Un aluvión de acontecimientos de los que, ya, diferentes medios y organismos hacen evaluaciones, que han empezado a poner en común.

Y, como no, con una omnipresente situación económica cuya descripción ya aburre, pero que ha marcado una buena parte de los acontecimientos de este año que termina, de los anteriores, y de alguno de los que vendrán. Un conjunto de dificultades que, si no se diseñan medidas adecuadas y efectivas, atacará sobre todo a las y los más vulnerables. Y es que, cuando las cosas no pintan bien, esto siempre es peor cuanto menos parapeto tengas. Parece una perogrullada, pero vaya si es cierto.

2011 fue -es- un año donde ha habido tiempo para la solidaridad. Desde Lorca al Cuerno de África, muchas personas mejoraron su perspectiva a corto plazo por la acción de otras. Y esto es un excelente motivo para estar orgullosos de la Humanidad. Pero en 2011 ha habido también omisión. Siguiendo con África, el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio ha ido experimentando en estos años serios reveses. El conjunto de los países del CAD -los ricos- han ido recortando drásticamente sus aportaciones en materia de Cooperación Internacional, y aquella batería de resultados -un tanto de mínimos- que en principio se fijó para 2000 y luego para 2015 me parece que no llegará tampoco en esta fecha.

2011 ha sido un año para la esperanza. Los fenómenos populares ocurridos en el ámbito internacional en diferentes países han servido a sus poblaciones para pedir otras formas de gobierno más democráticas. Habrá que ver cómo se va materializando esto, de manera que las legítimas aspiraciones de cada uno de sus grupos étnicos o religiosos se concilien con las de los demás, y se alcancen formas de gobernabilidad y de libertad antes inéditas. La primavera Árabe es un reto y una oportunidad, no cabe duda. Y, también, puede ser un riesgo.

2011 se identificará ya, para siempre, con un cambio político en Europa sin precedentes. En algunos casos, como el español, a través de las urnas, en sus diferentes convocatorias. Pero también, como en el griego o el italiano, con fórmulas alternativas un tanto sorprendentes. Cambio político y grandes tensiones estructurales en la Unión Europea. ¿Se rompe el euro? Yo, sinceramente, creo que no. ¿Una Europa de dos velocidades? Me parece que, formalmente, tampoco va a ser así. Independientemente de aquello que, de facto, se esté ya produciendo.

Fíjense en China. Creo que 2011, por varias razones, ha sido un año verdaderamente singular en esa gran nación. Mi pregunta es ¿hasta cuándo le dejarán seguir atesorando la riqueza del mundo? O, vía derechos humanos, ¿cuánto tiempo transcurrirá antes de que se le obligue a ajustar un modelo productivo contra el que es imposible e inviable competir por parte de los países más desarrollados? Ayer mismo un buen amigo, enterado y con criterio, me lanzaba una hipótesis un tanto inquietante... Ya lo hablaremos.

Y, después de 2011, llegará 2012. Una nueva oportunidad para desarrollar nuestros diferentes proyectos de vida, que sólo cada uno y cada una tiene la capacidad de definir, desarrollar y llevar a buen puerto. Les seré sincero: creo que mucho de lo que estamos hablando ahora, que tiene que ver con la mala situación económica y con un cierto desasosiego sobre nuestro papel -de España y Europa- en el mundo, sólo se resolverá a través de esto, de lo más íntimo, de la capacidad de cada uno de nosotros para darle la vuelta al calcetín y reinventarnos. De nuestra creatividad y capacidad. De nuestra empatía con los más necesitados. En definitiva, del advenimiento de una generación más implicada con su entorno, con mucha mayor capacidad para resolver problemas comunes y para la que el crecimiento personal sólo tenga sentido en tanto se mejoren las expectativas de la colectividad. Y esto no es papel mojado o gratuitas declaraciones de voluntades. Ya saben que hay otra escuela que explica que las crisis -económicas y de modelo social- se resuelven bien con guerras. No hay más que mirar a la Historia para ser conscientes de ello. Déjenme que apueste por lo otro, que esto último mata. Y mucho.

Ah, Feliz 2012 y que les sea placentero lo que queda de este convulso 2011. Nos lo merecemos.