Qué suerte tienen los republicanos de los Estados Unidos; en busca del mejor aspirante a la presidencia de la federación, disponen de un abanico de figuras entre las que se encuentra Rick Santorum, autoproclamado candidato de Dios. Según cuenta la prensa, el exsenador Santorum, que llegó a ocupar en la cámara alta de Washington el tercer puesto en importancia dentro de su partido, hace la campaña electoral pertrechado de una Constitución de bolsillo que enseña a cada poco para demostrar que su patrono, Dios, es el fundamento de la Carta Magna norteamericana amén del creador de todas las cosas. Así, resulta que la fraternidad -valor ilustrado donde lo haya y muy de moda como mantra ciudadano en Europa- tiene que sustituirse para Santorum por la paternidad, o la filiación si la vemos desde el punto de vista del creador divino. Aplicando en rigor ese cambio, nuestros problemas -los de los republicanos estadounidenses- desaparecen porque todos los conflictos tienen una vía de solución inmediata y transparente. El matrimonio gay y el aborto son demoníacos, no divinos, así que resultan cosa propia de los países fraternales (Santorum menciona siempre Francia). Los hijos de la divinidad han de dedicarse a lo en verdad divino, que en principio pasa por hacerle la guerra a Irán. No hay como tener las cosas claras.

En contra de lo que podría parecer, la opción del exsenador Santorum se toma muy en serio por parte del núcleo más duro del republicanismo, que es también el más importante. Al margen de cuáles puedan ser sus opciones para ganar las elecciones presidenciales, Santorum ha supuesto una verdadera conmoción dentro de su partido que, no lo olvidemos, es uno de los dos únicos que se reparten las opciones de poder en el Imperio. Pues bien, antes de morirnos de la risa ante esas cosas que se les ocurren a los yanquis -tan ingenuos e inmaduros ellos- convendría plantearse si al otro lado del Atlántico no estaremos aplicando, sin decirlo, la doctrina Santorum. En Inglaterra, por ejemplo, un filósofo y un arzobispo han reeditado la discusión de hace un siglo y medio de la Academia de la Ciencia en Oxford en la que se barajaron las alternativas entre la creación divina y la selección natural como origen de las especies.

Pero dejémonos de sutilezas académicas y volvamos a la cuestión de los valores ilustrados. ¿Sigue siendo parte nuestra la fraternidad a la que dio paso la Revolución Francesa? Los sociólogos han dejado muy claro que la crisis económica se está llevando por delante la clase media europea, esa misma que constituye el entramado más firme de la democracia occidental. Cuando se dice ya a las claras que es imposible mantener hoy el Estado del Bienestar, cuando se renuncia a la educación y la sanidad públicas que fueron en su momento el estandarte de lo que suponen la libertad, la igualdad y la fraternidad, llega el momento de reconocer que hemos perdido la guerra. Es cuestión de tiempo que el Santorum europeo aterrice entre nosotros.