Valerón, el jugador blanquiazul más querido, definió mejor que nadie el secreto del éxito del retorno a Primera: "El ascenso comenzó cuando Riazor se quedó a aplaudirnos después de perder la categoría con el Valencia, no hay una afición mejor". El potencial de esta afición extraordinaria, que respondió al descenso con una avalancha de casi 26.000 socios sin parangón en muchos clubes de Primera y no digamos de Segunda -basta con comparar las gradas medio vacías de Balaídos en los últimos choques trascendentales para el Celta-, fue siempre el ADN distintivo del proyecto deportivista fundado por Lendoiro en 1988. El decano de los presidentes del fútbol español se basó en esa comunión con el deportivismo para conseguir reunir en 1992 un necesario capital social que pocos le auguraban gracias a la generosidad de más de veinte mil pequeños accionistas que adelantaron el pago de futuros años como abonados. Así nació el Súper Dépor, que escribió páginas de gloria en Europa y llenó sus vitrinas de títulos impensables para un club gallego.

El Deportivo acaba de recuperar en tiempo récord y batiendo todas las marcas su lugar natural en la élite del fútbol español, que viene a ser por el prestigio de la Liga la del fútbol mundial. Nadie duda de que en ese logro tuvo un protagonismo esencial esa hinchada ejemplar que no dejó de llenar el estadio de Riazor ni una sola jornada. El propio Lendoiro reconoció la jubilosa noche del ascenso que esto no hubiera sido posible sin una afición semejante.

El contrapunto a esta indisoluble unión entre la ciudad y el Deportivo que desembocó en la multitudinaria marea de orgullo blanquiazul por el ascenso es la torticera campaña con la que el diario de Sabón intentó torpedear el retorno a Primera del club coruñés. Semana a semana, todo aquel que quisiese obtener alguna ventaja en cualquier contencioso con el Deportivo tenía en él un exagerado altavoz para atacar al club coruñés. Las embestidas arreciaron hasta dos o tres semanas antes del ascenso, cuando el retorno a Primera parecía prácticamente sellado, y después de que proliferasen en las redes sociales las críticas de seguidores deportivistas a su actitud.

El compromiso de la afición blanquiazul transformó la pesadilla del descenso en el sueño de un retorno a Primera por la puerta grande, inmortalizado por decenas de miles de coruñeses en unas impresionantes celebraciones que dieron la vuelta al mundo y en las que en un ejemplo de civismo no se produjo ningún incidente. Los beneficios de la vuelta a Primera del Deportivo van sin embargo más allá de la desbordada felicidad de sus ejemplares seguidores y tendrá un importante efecto revitalizador en A Coruña, más aún en estos momentos de agravamiento de la crisis, según han destacado estos días expertos economistas. En España carecemos de cálculos sobre el impacto económico en una ciudad por el ascenso de un club a la máxima categoría, pero un análisis realizado en Alemania tras el ascenso del Kaiserslautern en 2010 lo cifraba en 15 millones de euros. Unas bondades económicas de las que ni siquiera quedan excluidos, en el colmo de la hipocresía, aquellos que se pasaron el año tomando al Deportivo por un pimpampún.

El club vuelve a formar parte de la élite del fútbol, donde ya escribió páginas de gloria al ganar una Liga, dos Copas, tres Supercopas o acariciar la final de la Champions. Una ola de ilusión vuelve a sobrevolar la ciudad, aunque los tiempos sean otros y haya que poner los pies en la tierra. Se habla de fichajes y de complicidades de algún representante de primera línea en la confección de un Dépor de Primera, pero el club sabe cuál es su mejor arma: revalidar el apoyo de su extraordinaria masa social. Con una afición así, todo es posible.