La Autoridad Portuaria prevé que a finales de este verano puedan atracar los primeros barcos de mercancías en la dársena exterior. Los buques que inaugurarán las primeras instalaciones del puerto exterior de A Coruña, fraguado hace diez años tras la catástrofe del Prestige para alejar a los petroleros de los muelles urbanos y servir como puerto refugio, llegarán sin embargo con Repsol todavía instalado en el puerto interior y sin que por el momento se sepa si la multinacional aceptará o no el traslado de sus instalaciones a Langosteira antes de 2027, cuando expira su concesión. Esta cuestión afecta al mismo corazón de la viabilidad de un tortuoso proyecto plagado de obstáculos cuyo coste de construcción se ha disparado a los 735 millones de euros, sin contar con la indemnización a Repsol por su traslado.

La administración del Puerto coruñés dio en las últimas fechas pasos claves para afianzar el futuro de una colosal infraestructura sobre la que aún penden importantes interrogantes. Entre ellos, la inexistencia de una conexión ferroviaria, un acceso que la Autoridad Portuaria estima imprescindible pero que solo ha obtenido de momento 232.000 euros para su estudio preliminar. El anuncio de la Xunta de los acuerdos por los que la multinacional mexicana Pemex y la empresa china Beijing 3E se comprometen a estudiar la viabilidad técnica para instalarse en Langosteira abre algo más que una puerta de esperanza a las posibilidades del puerto exterior coruñés. Especialmente en el caso de la petrolera mexicana, que utilizaría la dársena exterior coruñesa como base logística europea para la producción de mezcla de crudo, el denominado blending.

La conclusión de estos estudios y su posible materialización en inversiones reales en la dársena exterior coruñesa por parte de Pemex y Beijing 3E no se conocerá sin embargo hasta dentro de unos meses. A las puertas de la entrada en funcionamiento de las primeras instalaciones de Langosteira, la clave de la viabilidad del puerto exterior sigue radicando en un traslado de Repsol para el que aún no hay fecha. La multinacional petrolera española genera el 75% de la actividad desarrollada en el puerto interior de A Coruña, así como el 60% de sus ingresos y Langosteira depende de estos recursos para poder afrontar en el futuro el pago de su abultada factura. Más allá de la necesidad de alejar los petroleros del centro de A Coruña por razones de seguridad y eliminar el amenazador oleoducto de casi siete kilómetros que atraviesa la ciudad, Repsol es además la llave de la viabilidad del puerto exterior porque la génesis del proyecto se planteó también como una operación inmobiliaria. La venta de los muelles que libere Repsol debe sufragar un tercio del coste total de la construcción de la dársena exterior.

La Autoridad Portuaria confía en lograr un acuerdo para la marcha anticipada de la petrolera de los muelles interiores, pero que sigue sin fijarse un plazo para el traslado. Hay que aclarar que a la fecha que establezca un posible acuerdo habrá que añadirle al menos otros tres años, necesarios para la ejecución efectiva de la mudanza. El presidente de la Autoridad Portuaria, Enrique Losada, ha reconocido esta semana que las negociaciones atraviesan "un cierto impass" por su complejidad, ya que Repsol, al tener asegurada su concesión hasta 2027, tiene menos urgencia que el Puerto en cerrar un asunto en cuyo diseño nada tuvo que ver. El principal escollo para llegar a ese acuerdo estriba en la indemnización a pagar a la petrolera por su traslado. Según Losada, Repsol aceptaría la mitad de los 250 millones solicitados en 2011 como compensación por el traslado. El Puerto pretende rebajar aún más esa cifra, que otras fuentes elevan por encima de esos 250 millones.

El puerto exterior coruñés pretende alcanzar su plena operatividad hacia 2015 o 2016 según los cálculos del presidente de la Autoridad Portuaria, pero con las conexiones y el traslado en el aire la fecha es una quimera. Los gestores del puerto exterior deberían poner con claridad sobre la mesa los obstáculos que está encontrando para cumplir en plazo los objetivos que garanticen la viabilidad de una dársena que ha devorado ya el doble del dinero presupuestado para su construcción. De no superarlos, es decir, de no conseguir captar tráficos y asentar empresa, la ansiada oportunidad económica para A Coruña se convertiría en un gigantesco mausoleo improductivo.